La muerte de un joven de 19 años fallecido tras ser arrollado el ciclomotor en el que circulaba con un amigo -quien resultó herido- en la madrugada del 25 de octubre de 2008, después de asistir al campeonato de motociclismo de Cheste, no quedará sin castigo. El conductor del coche que chocó frontalmente tras un adelantamiento con la moto en la que iban ambos jóvenes, en la CV-50, ha sido condenado a dos años y medio de prisión al quedar acreditado, pese al tiempo transcurrido, que conducía bajo la influencia de bebidas alcohólicas.

Aunque este tipo de juicios suelen resolverse en mucho menos tiempo, en esta ocasión el poder probar que el homicida imprudente iba ebrio cuando se produjo el accidente mortal no ha sido nada fácil. El ahora condenado trató de huir del lugar y cuando paró al ver la llegada de un motorista de Tráfico, se intercambió el asiento del conductor con la chica que iba de copiloto, por lo que en su día no se le realizó prueba de alcoholemia alguna.

No obstante, en el juicio celebrado en el Juzgado de lo Penal número 17 de València, con sede en Paterna, este agente de la Guardia Civil que interrogó en un primer momento a la supuesta conductora del vehículo que había provocado el accidente recordó el estado en el que se encontraba el joven que decía ser el copiloto y se mostró convencido, sin dejar lugar a la duda, de su estado de embriaguez. «Estaba interrumpiendo constantemente, dando vueltas en círculos, tambaleándose, tartamudeando, con los ojos vidriosos, con halitosis y desprendía un fuerte olor a alcohol», detalla la sentencia.

Testimonio clave del agente

El relato de este agente de la Guardia Civil ha resultado finalmente determinante para poder demostrar que el ahora condenado conducía «bajo la influencia de bebidas alcohólicas, teniendo sus capacidades para la conducción de vehículos a motor mermadas».

«Si bien es cierto que no existen pruebas practicadas con etilómetro que arrojen un resultado positivo acerca de la ingesta de alcohol del acusado, este hecho no es ni más ni menos porque el acusado lo evitó a toda costa, haciendo fingir a la copiloto para que dijera que era ella la responsable del accidente», aclara el juez.

Por su parte la joven ha sido absuelta por simulación de delito al tener en cuenta que fue ella voluntariamente la que acudió a la Guardia Civil cuatro días después del siniestro para confesar que ella no conducía el coche y que su amigo le pidió que se cambiaran de asiento ya que tenía una condena anterior por conducir ebrio.

Respecto al delito de omisión del deber de socorro, por el que también estaba acusado el conductor, el fallo lo absuelve aunque remarca que es «moralmente reprochable no haber bajado tan siquiera del vehículo para interesarse por el estado de salud de los ocupantes del ciclomotor siniestrado». Además, aunque le aprecia la atenuante de dilaciones indebidas por el tiempo transcurrido, la sentencia incide en la «total pasividad y frialdad» demostrada y «su falta de solidaridad con los familiares de la víctima mortal».