La Guardia Civil está investigando la desaparición, en circunstancias extremadamente extrañas, de un vecino de l´Alcúdia de Crespins que se había convertido en el testigo clave en la acusación contra el principal sospechoso del asesinato de un matemático francés jubilado que murió acuchillado en su apartamento de Gandia en la noche del 26 de marzo de 2014.

Lo más inquietante es que Francisco E. desapareció a finales de agosto, apenas unos días antes de que comenzara el juicio por aquel crimen, señalado para primeros de septiembre pero que no ha empezado hasta este lunes por el retraso impuesto por el incendio que ha dejado inutilizada la Ciutat de la Justícia durante ocho días.

Así las cosas, el presunto autor material negó el lunes, durante su declaración ante el jurado que decidirá si es o no culpable del crimen que le imputan la Fiscalía y la acusación particular, haber dado muerte al que era su jefe, Jean Pierre Chabaneix, entonces presidente de la comunidad de la finca en la que el inculpado, José María M. O., estaba empleado como portero.

Fue precisamente José María, que confesó ante el juez de Instrucción el crimen que ahora niega, quien encontró el cuerpo sin vida de Jean Pierre en torno a las 12.00 horas del sábado, 28 de marzo de 2014. La víctima había sido asesinada de múltiples cuchilladas en el cuello y en la cara, y tenía algunas heridas de defensa en una mano. José María había entrado en la vivienda del presidente a petición de otros vecinos, alertados porque no sabían nada de él desde el jueves anterior por la noche, precisamente cuando los forenses datan el crimen.

Tras diez meses de intensa investigación, el grupo de Homicidios de la Policía Nacional de València detenía al portero y a un amigo íntimo de éste, Francisco E., por el asesinato de Jean Pierre Chabaneix, un hombre de 67 años con escasa capacidad física de defensa. La policía había reunido numerosos indicios que conducían, una y otra vez, a José María, quien mantenía un fuerte y constante enfrentamiento con la víctima conocido por todos los vecinos.

De hecho, el presidente y el resto de la junta querían despedirlo porque habían perdido la confianza en él -el sucesor de Jean Pierre acabó haciéndolo por la misma razón, lo que también le supuso riñas y conflictos con José María-. El acusado, por su parte, se consideraba víctima de acoso laboral, lo que, según expuso ayer la jefa de Homicidios ante el jurado, acabaría siendo el móvil del crimen. La responsable de la investigación detalló ante los nueve miembros del tribunal popular cómo descartaron el resto de hipótesis y cómo los indicios hallados les condujeron a la detención de José María y de su íntimo amigo Francisco E.

Entre los factores que inculpaban a José María estaba el posicionamiento de su teléfono, que los repetidores situaron exactamente en la finca donde residían víctima y presunto autor en las horas establecidas como las del crimen.

La agente explicó cómo el acusado trató de engañarlos antes de su detención, intentando ocultarles el acceso directo entre la portería, en la planta baja, y el piso de la víctima, del que el portero -como ocurría con el resto de las viviendas- tenía llave -la puerta no estaba forzada-. O de cómo, supuestamente, planearon ambos lo que declararían a la policía cuando los llamaran para interrogarles en los meses previos a su detención.

Analizó, además, que el tipo de agresión -el acuchillamiento en la cara- sólo se da cuando el agresor no sólo conoce a su víctima, sino que siente un odio y una rabia extremas hacia ella. Y detalló que, durante la inspección ocular, la Policía Científica encontró parte de una huella en sangre de una deportiva. La muestra era pequeña y, cuando se cotejó con la zapatilla del acusado, no se pudo ni confirmar ni tampoco descartar que fuera el mismo calzado, mientras que la muestra de ADN fue insuficiente para establecer un perfil biológico. Eso sí, se pudo certificar que era sangre humana y, por tanto, de la víctima.

Confesó espontáneamente

Tras su detención, José María, que durante los largos meses en que tuvo intervenido sus teléfonos mostró un carácter «violento y agresivo», en términos de la investigadora -las grabaciones lo registraron amenazando con matar a varias personas con las que había tenido conflictos-, se negó a prestar declaración ante Homicidios cuando lo detuvieron en enero de 2015. Pero sí lo hizo un día después, ante el juez de Instrucción. Y no sólo declaró, sino que confesó haber matado a Jean Pierre por el trato que le dispensaba y que lo tenía sumido en una depresión que incluso le había llevado a tener ideas suicidas. Un tiempo después, sin embargo, cambió de versión y negó los hechos ante le mismo juez. El lunes, ya ante el jurado, incluso dijo «no recordar» aquella confesión.

También reconoció los hechos Francisco ante el juez instructor, a quien relató que el crimen lo había cometido José María, pero que él estaba allí, de modo que esa declaración no le valió más que para seguir coimputado en el caso. Francisco nunca se ha desdicho en estos dos años y medio, por lo que su testimonio es crucial en el caso y su desaparición favorece las posibilidades de defensa del presunto autor material. De momento, la Guardia Civil no descarta ninguna hipótesis, ni siquiera la de la desaparición voluntaria o inducida.