Un psicólogo de 39 años ha sido detenido esta semana acusado de los delitos de agresión sexual, abusos y lesiones a una vecina de 25 años con la que había tenido una relación sentimental. Pese a que el presunto agresor, natural de València, niega que fueran pareja y que las relaciones habían sido consentidas, la Policía Nacional lo remitió a un Juzgado de Violencia sobre la Mujer de València, ya que consideran que los hechos se han cometido en el ámbito de la violencia machista.

De hecho, el motivo de la ruptura definitiva fue una última agresión sexual a finales de julio. Tras ser presuntamente violada por vía anal por el acusado y tras necesitar tratamiento con una psicóloga, a la que la víctima relató otras prácticas aberrantes de éste con ella pese a su negativa, la joven optó finalmente por denunciar a su agresor en una comisaría de Policía Nacional de València.

Pese a la gravedad de los hechos que se le imputan, el Juzgado de Violencia sobre la Mujer número dos de València no adoptó ninguna medida cautelar y dejó en libertad al acusado sin apud acta ni orden de alejamiento respecto de su víctima. Dicha decisión responde por un lado al hecho de que la policía hubiera valorado a la víctima de violencia de «riesgo bajo» y por otra a que, al ser vecinos, dicha prohibición de aproximación obligaría que el acusado tuviera que abandonar su domicilio, aclararon fuentes jurídicas.

La víctima denuncia que desde marzo han tenido relaciones, algunas consentidas y otras, en las que pese a haberse negado, el acusado la habría forzado. Fuentes consultadas por este periódico aseguran que la víctima, de origen italiano y mucho más joven que el acusado, tenía una relación dependiente adictiva por la que dejaba hacer a su agresor y no lo denunció hasta que su psicóloga le abrió los ojos y le hizo ver que estaba siendo víctima de abusos y agresiones.

«Perdona por ser tan enfermo mental», le decía su agresor después de forzarla para seguir teniéndola enganchada a él. En otras ocasiones la denigraba llamándola «puta» e «inmigrante de mierda», y le colocaba pinzas en los pezones y cera caliente en las manos.