El ladrón okupa de Russafa, que permanece en prisión por orden del juez de Instrucción número 10 de València, no solo utilizó como base de operaciones la vivienda que ocupó ilegalmente en el 105 de la calle Peris i Valero, tal como publicó ayer en exclusiva Levante-EMV, sino que, además, usó el mismo método para asaltar decenas de viviendas en otra manzana de Sant Isidre, pero en ese caso lo que hizo fue aprovecharse del piso de acogida que le cedió una ONG de carácter religioso.

De los 24 robos en domicilios acreditados que le imputa el juez, trece fueron cometidos precisamente en el entorno de esa vivienda. Cinco de ellos los investigaba la comisaría de Patraix y los otros ocho son los que le achaca el grupo de Robos de la Brigada de Policía Judicial de la Jefatura Superior de Policía de València.

Los primeros los cometió mucho antes de ocupar el piso de Peris i Valero, a finales de 2020, cuando ya había dejado el piso de acogida de la calle Arquitecto Segura Lago. El ahora encarcelado había estado residiendo en la vivienda de la ONG entre febrero y septiembre de 2020. De hecho, pasó todo el confinamiento domiciliario en ese piso gracias a la organización que le dio cobijo.

Mohamed B., de 43 años, fue identificado por primera vez por uno de esos asaltos en diciembre de 2020, cuando una de las víctimas lo reconoció fotográficamente. Agentes de Policía Judicial de la comisaría de Patraix le imputaron ese robo y cuatro más ocurridos en los meses anteriores en viviendas de la manzana situada entre las calles Arquitecto Segura Lago, Profesor Ángel Lacalle, José Andreu Alabarta y Doctor Rafael Bartual.

Pero no dieron con él, así que Mohamed siguió haciendo de las suyas. De hecho, los robos en Russafa, en la manzana de fincas entre Peris i Valero, Cabo Jubi, Los Centelles y Mestre Aguilar, comenzaron en octubre de 2020, solo un mes después de que abandonara el piso de acogida, por lo que se presume que en ese momento compagina asaltos en los dos barrios, y que no llegó a ocupar el piso de Peris i Valero hasta finales de año.

Saltando de azotea en azotea

Tanto es así, que un vecino de uno de los edificios de Sant Isidre lo sorprendió, junto con otro hombre, saltando de azotea en azotea el 25 de noviembre de 2020, y llamó a la Policía Nacional. A los agentes les dijo que había subido porque disponía de las llaves de la finca dado que era el empleado de la limpieza, pero la presidenta de la escalera lo desmintió, así que le quitaron las llaves, pero no lo arrestaron porque no había constancia aún de su participación en ningún delito ni ese día nadie denunció robo alguno.

Para entonces, ya había trasladado su escondrijo a Peris i Valero, donde permaneció hasta que la casualidad hizo que el dueño del piso que ocupaba ilegalmente fuese a echar un vistazo y descubriese que alguien se había metido dentro sin permiso.

Sabiéndose descubierto, Mohamed B. dejó de desvalijar pisos en Russafa, pero no en Sant Isidre. Así, los últimos ocho asaltos que se le imputan fueron perpetrados precisamente en la manzana de viviendas en las que estaba el piso de acogida y justo a partir del 22 de mayo, que es cuando se quedó sin su ‘cuartel general’ en Russafa.

Para entonces, no podía meterse en la casa de la ONG, pero sí en la finca. Un vecino se lo topó durmiendo en el garaje comunitario el 21 de junio pasado, dos semanas antes de que un coche radiopatrulla de la Policía Nacional lo detuviera tras pararlo por la calle y constatar que los buscaban sus compañeros.

Al vecino le mintió diciéndole que una amigo le había dejado las llaves para que pernoctase en el aparcamiento, pero el hombre no se fió y le obligó a entregárselas.

Las llaves le llevaron a Picanya

Al parecer, hacía juegos y copias constantemente, ya que había seguido entrando en los edificios de San Isidre a través de los portales a pesar de que parte de las llaves se las había dejado en el piso de seguridad de Russafa y estaban en manos de la Policía desde mayo.

Tal era su obsesión por disponer siempre de llaves para entrar y salir de los edificios, lo que le permitía camuflarse mucho mejor, que en una ocasión llegó a seguir a una vecina desde Sant Isidre hasta el Cabanyal, donde le sustrajo el bolso solo para hacerse con el manojo que le permitía acceder a los garajes, las azoteas y al patio.

Y, en otra ocasión, se llevó de uno de los pisos no solo las llaves de este, sino otras que encontró y que pertenecían a las casas de los hijos de la propietaria. Con ellas, viajó hasta Picanya, donde reside uno de ellos, y también le robó dinero, joyas y otros efectos.