«Son las últimas flores que le vas a poner a tu madre», le espetó un miembro de los ‘Mone’ —el apodo de ‘Bocanegra’ con el que son conocidos por la policía procede del abuelo del principal sospechoso del tiroteo —, instantes antes de vaciar el cargador contra la familia de Antón G., primo lejano de los ‘Marco’, ajeno por completo al tiroteo de 2016 en el que resultaron heridos dos ‘Bocanegra’ y quien jamás había tenido un enfrentamiento con ese clan. «Antón pasaba de conflictos, mataron al más pacífico por cobardía», aseguran familiares del fallecido, quienes desean dejar claro que este pastor de 45 años era tan indiferente a las disputas entre los ‘Mone’ y los ‘Marco’ como lo era la otra víctima mortal del tiroteo ocurrido el pasado día de Todos los Santos en el cementerio de Torrent, José Luis P. M., el hombre de 79 años alcanzado por una bala perdida.

Según el pacto acordado por ambos clanes tras el tiroteo ocurrido en febrero de 2016 en el barrio del Xenillet —donde nunca ha residido el ahora fallecido—, este encuentro en el camposanto de Torrent entre núcleos familiares relacionados con uno y otro clan no se tendría que haber producido nunca. Se estableció que los ‘Marco’ irían a llevar flores a sus difuntos por la mañana y los ‘Mone’ por la tarde, según relatan las fuentes consultadas por Levante-EMV para evitar cualquier tipo de enfrentamiento.

Los primeros años se cumplió, pero la amenaza de venganza de los ‘Bocanegra’ seguía latente. «Como mi padre se muera, vamos a ir al cementerio a sacar a vuestros muertos de las cajas», dijo en su día una de las hijas del ‘Mone’, quien resultó herido de gravedad tras recibir tres disparos, junto a su hijo, también herido en esta trifulca a tiros en 2016 por la que nadie fue condenado. «Todo se produjo porque un ‘Mone’ descalabró a un sobrino de los ‘Marco’ por un pedo y lo dejó inconsciente», explican sobre el origen de este primer tiroteo por una ofensa tan banal como una flatulencia.

A este incidente sin castigo penal alguno se sumó en octubre de 2018 la muerte de un ‘Bocanegra’, Luis G. F., cuyo cadáver, con un alto grado de intoxicación por drogas, fue encontrado en el barranco de Torrent tras sufrir una caída accidental desde el puente que comunica con Alaquàs. El fallecido, cuyo nicho está a escasos 40 metros de la tumba en la que descansa la madre de Antón, es hermano de Ramón G. F., al que las investigaciones y testigos apuntan como presunto autor material del doble crimen del cementerio, junto con su padre, ‘el Mone’, ambos huidos con el resto de su familia, y que también estabanpresentes en el tiroteo.

Antón, conocedor de estas rencillas con su familia lejana pero en las que no quería inmiscuirse en absoluto, acudió a primera hora al cementerio con su padre, Juan, y sus hijos para llevar flores a la tumba de su madre. «Quería ir pronto para luego irse a trabajar con sus ovejas, eran su pasión», explican allegados de la víctima.

Una simple mirada fue suficiente para que estallara la tragedia. Ramón G., quien iba por primera vez al cementerio después de cerca de cinco años de encierro voluntario en casa a la espera de que prescribiera el delito por el que lo buscaba la Guardia Civil, iba armado con una pistola de 9 mm corta. «Tenemos que matar a un hijo del Juan», manifestaron tras recriminar haberles mirado y exigirles que se marcharan del cementerio. Para Juan estos no era nuevo, lo tenían atemorizado, incluso lo habían llegado a echar del ambulatorio si el azar les hacía coincidir allí con él.

Antón, que «no quería ningún tipo de lío con esta gente», optó por marcharse para que la cosa no fuera a más. Pero, varios miembros de la familia de los Mone’ arremetieron al parecer contra Juan, a golpes de garrota. «Lo cosieron a palos», aseguran respecto a la agresión al septuagenario. Algunos testigos afirman que incluso el cuñado de Ramón sacó una navaja.

Cuando Antón se encontraba de espaldas y trataba de escapar de la encerrona protegiendo a sus hijos, entre ellas dos niñas menores, fue asesinado de un tiro por detrás, y un segundo disparo en el pecho tras girarse. Su hijo de 20 años también resultó herido de bala en la pierna. «La mujer del ‘Mone’ escondió el arma en su bolso y salieron delante de las narices de la policía», aseguran testigos de referencia sobre la fuga de los sospechosos, a los que varias personas vieron cargando maletas en dos vehículos poco después del tiroteo.

«Como no encontraron a ningún ‘Marco’ se desquitaron con el más infeliz. Sabían que son personas que nunca van armadas; ni una navaja del campo llevaba...», argumentan desde el entorno del fallecido. De hecho, los acusados en su día en el tiroteo de 2016, que no acudían al cementerio por evitar cruzarse con los ‘Mone’, le encargaban a Juan y a su hijo llevarle flores a sus difuntos por su carácter tranquilo y alejado de cualquier tipo de conflicto.

Ahora lo que esperan los familiares directos de Antón es que la Policía y la Justicia hagan su trabajo. «Cuanto antes los pillen mejor para todos, los ‘Marco’ han jurado venganza, que aunque pasen cien años irán a por ellos, y no queremos más sangre». Ellos solo quieren paz y poder llorar a Antón.

Un pastor de ovejas con una conducta ejemplar

«Antón era querido y apreciado por payos y gitanos», con una conducta «intachable» y siempre al margen de cualquier disputa o enfrentamiento entre clanes, con los que además no guardaba tampoco relación más allá de ser primo lejano de uno de los presuntos implicados en el tiroteo de 2016. «Era un hombre trabajador que solo se preocupaba de su familia y de sus ovejas y que si podía hacerte un favor siempre estaba ahí», aseguran fuentes del entorno de Antón G., testimonio refrendado por conocidos, vecinos e incluso policías. Su padre, Juan, también es muy respetado y apreciado en la localidad al haber trabajado treinta años como conserje en un colegio.