E mpezaban los 90 cuando descubría la existencia de una estrella que ya no brillaba como antes, pero que lo había hecho con tanta fuerza, que sus destellos en descenso seguían cegando cada vez que sonaban sus melodías. Camilo Sesto se asomaba a mi generación en los programas de Alfonso Arús en TV3 y Antena 3 después. Era Cárdenas, con la misma dicción que le caracteriza en el presente, el que tomaba el pelo al cantante, para alimentar un nuevo contenido televisivo que empezaba a andar en un país, al que de por costumbre le cuesta respetar los declives de los grandes de verdad.

Pasaron los años, sus éxitos pervivieron al bisturí y continuaron haciendo sentir al personal con tantos temas creados para disfrutar, escuchando o cantando, porque algo tiene Camilo que cuando suena no puedes parar.

Su muerte, como la de tantos grandes, ha servido para recordarnos la inmensidad de quien vendió 100 millones de discos; llenó el Madison Square Garden; rozó el cielo trasgrediendo con un Jesucristo Superstar que enamoró al propio Andrew Lloyd Weber, también enamoró a masas, en casi todos los continentes, de hecho, en algunos es considerado una semideidad?.

Camilo es y será la banda sonora de nuestras vidas, lo hemos escuchado hasta la saciedad esta semana, en un bucle de conexiones en directo desde la capilla ardiente de la SGAE y en mi querido Alcoi que llora la ausencia de su ciudadano más global. A dos manzanas de mi casa nacía Camilo Blanes, en el número uno de la calle Isabel La Católica. Cuna premonitoria, porque resulta difícil contar cuántas veces estuvo en la primera posición de ventas y listas de éxitos; y cómo incomodó a una iglesia católica que estaba a punto de enterrar al dictador, mientras sonaba una ópera rock que es historia irrepetible de nuestra cultura contemporánea.

Las colas para la despedida transmitidas en directo esta semana sólo las consiguen los grandes. Una vez acaben nos quedará el confort de poder seguir sintiendo tanto con sus temazos, que molan mazo y son y serán algo de mí, de nosotros. ¿A qué ya habíais olvidado el primer párrafo de esta columna?