No podía ser otro, sólo el colmo de la globalidad podía hacer la misma serie en cuatro versiones diferentes, adaptadas al lenguaje y caras populares de cada país. Pasa con «Criminal» uno de los tantos estrenos de Netflix, en su mundo de contenidos que tantas veces peca de exceso en la cantidad y escasez en calidad. A veces me pierdo en un extenso catálogo de películas y series B que me despistan a la hora de disfrutar de lo bueno, y confieso que desde «Mindhunter» andaba huérfano de ficción para el sofá. El estreno de «Criminal» era fácil de cazar porque ha aterrizado multiplicado por regiones: Francia, Alemania, Reino Unido y España. La que nos toca de cerca ya está finiquitada, invita al consumo rápido el formato miniserie de tres capítulos, breves y auto concluyentes. El menos es más debería de extenderse como buena costumbre en tantos casos de ficción «streaming».

El argumento es el mismo aquí y allá, fuera de nuestras fronteras: una sala de interrogatorios enmarcada en un rojo fluorescente, un mismo plató compartido que hace las veces de comisaría en una ciudad cualquiera, donde los polis llevan al extremo sus preguntas con las que conseguir una declaración de culpabilidad a un sospechoso acorralado y sin salida. Carmen Machi y su personajazo amante de los animales es la primera en sentarse frente a las autoridades, un gancho para engancharme. Descubro, además, la maravilla que supone ver de nuevo en la pequeña pantalla a Inma Cuesta o Emma Suárez, esta en el papel de inspectora jefe, sin escrúpulos, sin piedad y con mucha credibilidad. Por ella continúo hasta que todo acaba y me quedo con la sensación de que pronto habrá más. Salto a tierras galas donde la pecera policial resulta igual de asfixiante, y el caso duele más cuando intuyo que hablan del ataque terrorista a la discoteca Bataclán. Cruzo el canal de la Mancha y me encuentro con el puntazo del mismo David Tennant de «Broadchurh» y «Doctor Who», aunque aquí el transcurso de la historia me resulta más plana. Todavía me queda Alemania para acabar de comprobar esta nueva europeidad serializada, lo que la política no puede unir que lo haga la ficción...