Ánimo ciudadano espectador que ya queda poco, nunca había deseado con tanta fuerza una resaca electoral. Ya tengo los dedos esperando a que el domingo cierren las urnas y preparados para golpear el mando zapeando, a caballo entre la Sexta y la Primera (Cuatro hace tiempo que decidió abandonar la batalla informativa), buscando gráficos que despejen la incógnita gubernamental. Las falanges de mi índice ya están en forma y entrenadas, pero no por el exceso electoral de este 2019 sino porque no paran, arriba y abajo, descubriendo la cara B de esta tensa campaña en Twitter. La noche del Debate electoral agradecí las redes que contrarrestaron la monotonía de lo que parecían monólogos mirando a cámara y soltando discursos cual mantras, en una alusión en bucle al ego de partido y el manido «y tu más». El previsible aburrimiento se hacía realidad en directo hasta al punto de agradecer los cortes de publicidad, los protagonistas descansaban, la audiencia también. La diversión entonces continuaba en la pantalla del móvil con un caudaloso río de sátiras e ingeniosas ocurrencias que provocan lágrimas de carcajadas a golpe de meme. Desde adoquines sin procedencia determinada hasta mamadas, sin los chistes no hubiese sido lo mismo. Entre tanto tweet me quedo con Mari Carmen la militante de Compromís que se hizo durante unas horas con la cuenta de las redes, inundándose con su visión salvamizada de la actualidad. Ella fue tendencia y sus videos retuiteados hasta la saciedad, en una eficaz estrategia de comunicación viral en la que imaginarla representando a su partido en un sexto atril. Hubiese estado bien ver a Mari Carmen o cualquiera otra mujer, porque representando al 50'98% de la población española en pantalla sólo se encontraba la cálida María Casado, creo que congelada, recibiendo a sus invitados en la puerta de la Academia y a Ana Blanco dentro. Fue la presentadora perenne del Telediario mi ganadora, tan incisiva como profesional, al recordar a los futuribles que no había mujer con la que competir en una carrera hacia el poder, cuyo desenlace se aproxima para descanso de dos millones de indecisos, o no?