Los trastornos de las personas víctimas de los rayos están rodeados de misterio: pueden despertar superpoderes mentales, pero también minusvalías físicas y neurológicas duraderas. La descarga dejaría lesiones nanoscópicas que no se pueden detectar con las actuales herramientas de diagnóstico.

Un estudio, todavía inacabado, del impacto de los rayos en las personas, arroja datos preliminares sorprendentes. La descarga puede producir un aumento de la capacidad cerebral, pero también provocar minusvalías físicas y neurológicas más o menos duraderas.

Lo cuenta este mes un amplio reportaje de la revista francesa La Recherche, que informa de lo que han averiguado dos investigadores sobre lo que pasó a una veintena de amantes de la naturaleza que, el 2 de septiembre de 2017, en Azerailles, Meurthe-et-Mozelle, en la región francesa de Lorena, se reunieron en una zona pantanosa.

Tal como informó Le Monde en su momento, debido a la lluvia, todos se refugiaron bajo una carpa que albergaba un taller dedicado a las plantas. Un rayo cayó sobre el grupo e hirió a 14 personas, dos de ellas de gravedad. Nadie murió.

Un destello de este tipo puede liberar hasta 100 millones de voltios. Entre sus víctimas, es necesario distinguir a los alcanzados por un rayo, que mueren por lo general después de recibir la descarga, de los que sufren el impacto de un relámpago, que sobreviven con secuelas a menudo duraderas y, a veces, con extrañas habilidades mentales.

Abriendo caminos

Un relámpago es la luz que se puede observar cuando se produce la tormenta eléctrica. A diferencia de los rayos, no llega a tocar tierra, pese a que se forma de la misma manera. Un relámpago fue lo que afectó al grupo de Azerailles.

Los supervivientes han formado un grupo llamado fulgurés, una expresión francesa procedente del latín (fulgurare) y que significa algo así como “relampagueados”. Algunos gozan de buena salud, pero otros, cinco años después, todavía presentan secuelas.

El Dr. Rémi Foussat, joven médico de urgencias destinado en el centro hospitalario de Aurillac (Cantal), fue notificado del incidente poco después de que ocurriera. Esta especializado en Queraunopatología, la disciplina que estudia la patología o daño inducido por rayos, y ha abierto una investigación científica sobre el grupo de Azerailles.

Foussat se ha aliado con Marie-Agnès Courty, geóloga del CNRS (la institución de investigación más importante en Francia), especializada en plasmas de rayos. Ambos están recopilando datos sobre los 14 supervivientes de Azerailles, aun asumiendo que se necesitarían de 800 a 2.000 personas para que los resultados que obtengan puedan considerarse concluyentes. En cualquier caso, la investigación está abriendo caminos.

Lo que pretenden Foussat y Courty es avanzar un poco más en lo poco que se sabe sobre las consecuencias de los impactos de los relámpagos sobre las personas. Las secuelas distan mucho de ser excepcionales: el 70% de las personas que han sufrido la descarga de un relámpago ven afectada su salud de forma permanente.

Superpoderes mentales

Primera constatación de la experiencia de Azerailles: dos miembros del grupo obtuvieron una mayor capacidad cerebral durante semanas. Uno, por ejemplo, pudo asignar instantáneamente el día de la semana a cualquier fecha, sin haberlo aprendido antes.

Durante más de un mes, otra integrante del grupo, una maestra de escuela que no era especialista en aritmética mental, fue capaz de realizar multiplicaciones de tres dígitos por tres dígitos mientras tarareaba y organizaba su día.

Sin embargo, esas capacidades excepcionales fueron adquiridas a costa de grandes desventajas. Además de violentos dolores de cabeza, fatiga persistente o tinnitus (timbre o silbido en los oídos), la maestra perdió el habla una mañana al despertar y desarrolló trastornos de coordinación.

La explicación de la emergencia de estos superpoderes mentales no está clara, si bien se conocen más casos sorprendentes ocurridos a víctimas de relámpagos. También se ha observado que esa misma supercapacidad puede adquirirse con motivo de un traumatismo craneoencefálico.

En ambos casos, las neuronas afectadas liberarían al morir una alta concentración de neurotransmisores que desencadenarían una reorganización de los circuitos cerebrales y generarían nuevas habilidades cognitivas. Es solo una hipótesis.

Trayectoria del rayo

La investigación de Foussat y Courty ha podido documentar asimismo lo que sentían las víctimas. Unos minutos después del susto, la mayoría recuperó la conciencia oliendo a chamuscado. Otras manifestaron confusión mental temporal, que les impedía recordar los nombres de los hijos.

Ambos autores consideran que los efectos de esta experiencia dependen del recorrido del rayo, cuyos efectos pueden sumarse a muchas patologías existentes, ya sean traumatológicas, cardiológicas, hematológicas, urinarias, digestivas, dermatológicas, oftálmicas u otorrinolaringológicas, destacan.

Los síntomas inmediatos, signos de un choque violento, son transitorios y desaparecen, o evolucionan, dentro de las cuatro a seis horas posteriores al accidente, añaden.

El misterio sigue siendo total, no obstante, sobre los trastornos neurológicos tardíos, que aparecen semanas o meses después del accidente y son invisibles a todos los exámenes (escáner, resonancia magnética, electromiografía, ecografía, etc.).

Para profundizar en este misterio, Foussat y Courty han analizado muestras de orina y sangre de los 14 de Azerailles buscando posibles marcadores invisibles de rayos, algo que todavía apenas se ha investigado.

Los primeros resultados están trazando un camino completamente nuevo: han descubierto nanocompuestos en las muestras obtenidas de los 14 de Azerailles, incluso un año después.

Huella corporal

Los nanocompuestos de plasma son agregados de tamaño micrométrico hechos de nanopartículas ensamblados bajo el efecto de la descarga eléctrica. Su característica y su abundancia son indicadores del paso del rayo a través de un medio conductor.

La hipótesis de ambos investigadores, que está en proceso de confirmación, es que la descarga del rayo deja su huella en el cuerpo de esta forma.

Esta constatación sugiere que las víctimas de Azerailles pueden presentar lesiones nanoscópicas (de entre 1 a 100 nanómetros), que no se pueden detectar con las actuales herramientas de diagnóstico.

Esta hipótesis es difícil de probar porque este tipo de molécula también se ha encontrado en personas que no han sido víctimas de un rayo, aunque con propiedades diferentes: son más frágiles que las de los fulgurés.

Lo importante al respecto es explorar los efectos potenciales de esos nanocompuestos en el cuerpo humano, algo que podría abrir un cambio de paradigma en la biología, según los investigadores.