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«La cotidianidad puede llegar a ser surrealista y reveladora»

Bajo una capa de humor, ligereza y cotidianidad, Neus Ballús invita en «Seis días corrientes» a una reflexión sobre los prejuicios que se activan cuando nos vemos obligados a convivir con alguien distinto a nosotros. En un momento en el que las muestras de intolerancia y racismo están muy presentes, la película reflexiona sobre el reto de comprender al otro.

Neus Ballús, durante el rodaje. l-emv

Basada en situaciones y personajes reales, ‘Seis días corrientes’ relata el día a día de Moha, Valero y Pep, trabajadores de una pequeña empresa de fontanería y electricidad en la periferia de Barcelona. Durante una semana, Moha, el más joven, tendrá que demostrar que está preparado para sustituir a Pep, que se jubila. Pero Valero considera que Moha «no da el perfil», y duda de que los clientes acepten a un trabajador marroquí en sus casas. La película está protagonizada por Mohamed Mellali, Valero Escolar y Pep Sarrà, tres fontaneros reales que se interpretan a sí mismos. Los dos primeros, pese a ser la primera vez que se ponen ante una cámara, recibieron el premio ex aequo a la mejor interpretación masculina en el Festival Internacional de Cine de Locarno.

¿Por qué una película sobre fontaneros?

Bueno,¿por qué no? Yo siento la necesidad de filmar lo que veo ahora y aquí, a mi alrededor. Y resulta que mi padre es fontanero. Así que no es extraño que me fijara en estos pequeños héroes cotidianos y en sus historias. La cotidianidad puede llegar a ser tan surrealista y reveladora, que no me hacía falta ir demasiado lejos para crear el relato.

¿Cómo elegiste los protagonistas? No siendo actores, ¿cómo los convences para participar en un proyecto así?

Iba regularmente a la Escuela del Gremio, donde hacen cursos de gas, agua y electricidad, y allí me colaba en las clases para observarlos. Elegí a Moha, a Valero y a Pep tras conocer a cientos de instaladores. Cuando los vi juntos, con sus singularidades y diferencias, me di cuenta que eran un trío maravilloso, con un gran potencial dramático y cómico a la vez. No necesité convencerlos para hacer la película porque el proceso fue muy largo y progresivo. Cuando empezamos a rodar, ya hacía dos años que nos conocíamos, y estaban emocionalmente muy implicados en el proyecto, porque de alguna manera, son coautores.

¿Cómo se aborda el desarrollo y escritura del guión en un proyecto así?

La construcción de películas híbridas es un ir y venir entre la realidad, entre lo que ves en tus personajes, y en lo que imaginas y fábulas. A partir de los protagonistas y sus historias reales escribimos un guion con una estructura de ficción, y que fue el punto de partida del rodaje. Pero después dejamos que en la filmación pasaran cosas que no habíamos escrito, que no habíamos previsto. De hecho, en nuestro caso incluso llegamos a cambiar el final de la película. Como en los procesos documentales, con más de 70 horas de material filmado, el guion no se cerró hasta el final del montaje.

¿Cómo es rodar con personas reales que se interpretan sí mismas?, ¿cómo consigues interpretaciones de calidad?

De entrada, los dos años previos al rodaje nos sirvieron para entrenarlos en el juego de improvisar, aprendieron a confiar y a mostrarse tal como son ante nosotros, sin miedo. Después, planteamos un rodaje cronológico, donde ellos nunca sabían ni qué rodaríamos, ni con qué otro personaje, ni qué conflictos se plantearían: exactamente como en la vida real. El trabajo más importante durante el rodaje fue acompañarlos a transitar las emociones más incómodas, y ayudarles a gestionar las energías y el cansancio. Por eso diseñamos un dispositivo fílmico que los condicionara lo mínimo posible, donde tuvieran mucha libertad para moverse y hablar según la situación. Tengo que reconocer que no ha sido un proceso fácil, y tengo que agradecer la complicidad y confianza de la productora a la hora de plantear una metodología tan artesanal, tan diferente de un proceso de producción clásico.

¿Qué querías conseguir con este proceso creativo tan particular?

Mi objetivo era construir un relato con apariencia de ficción, un cuento clásico, pero en el que el espectador perciba constantemente una verdad en los personajes y autenticidad en sus emociones. Que sienta que detrás del relato hay una honestidad, una realidad en lo que mostramos. A través de esta hibridación de géneros quería poner de manifiesto que todos somos singulares, todos tenemos un relato extraordinario detrás: nuestro vecino, la panadera de la esquina... Detrás de lo cotidiano, aunque no los vemos, se esconden infinitos relatos sobre la condición humana. Sólo tenemos que observar bien y escribirlos.

¿Qué dijeron los protagonistas al ver la película?

Durante el visionado del montaje, los tres protagonistas y sus familias no pararon de reír en todo el rato. Cuando terminó la proyección, vinieron hacia mí y me dijeron: Somos tal como aparecemos en la película.

La película se centra en los prejuicios que se activan cuando nos encontramos alguien diferente a nosotros. En un momento donde el racismo es el centro del debate, la película parece mostrar cierta esperanza. ¿Es así?

Europa es diversa, y no tenemos más remedio que mirar esta extraordinaria diversidad, y ver de qué manera podemos establecer relaciones igualitarias. Esta es la gran cuestión de ‘Seis Días Corrientes’, y de toda la sociedad contemporánea occidental, bajo mi punto de vista. Entre los trabajadores he oído decir las barbaridades más políticamente incorrectas que puedas imaginar respecto a sus compañeros marroquíes, subsaharianos o paquistaníes. Y es evidente que hay mucho racismo. Pero también es verdad que en los contextos más políticamente correctos, con más recursos y poder, se está creando constantemente una nueva desigualdad a través de un racismo estructural. En el contexto de los obreros, al fin y al cabo, están obligados a trabajar juntos, codo con codo. Y eso, por suerte, termina desintegrando muchas barreras.

La película está teniendo muy buena acogida en festivales e incluso ha ganado varios premios en el Festival Internacional de Locarno, entre ellos el Premio a la mejor interpretación masculina ex aequo para Mohamed Mellali y Valero Escolar. ¿Qué supone este premio teniendo en cuenta que precisamente ellos no son actores profesionales?

Por un lado, es evidente que reconoce su valentía como personajes y también como representantes de todo el casting que no son actores. Reconoce la valentía y la confianza que ambos han mostrado porque han decidido tirarse de cabeza a un proyecto en el que ellos se muestran mucho, y en una experiencia que no habían tenido nunca. Pienso que esto se ve y la gente lo valora. Por otro lado, es un reconocimiento muy claro a todos los departamentos de la película porque todos han trabajado justamente para que sus interpretaciones fuesen excepcionales, lo más autenticas, frescas y relevantes posible. Desde la escritura de guion que se ha hecho para que ellos brillasen, hasta el montaje, pasando por la dirección de fotografía. Si justamente la apuesta de la película era trabajar con ellos sabiendo el riesgo que suponía, este reconocimiento nos indica que hemos cumplido nuestro objetivo principal y el gran reto que teníamos por delante de dirigir a unos personajes que nunca habían hecho esto.

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