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Tiempo de juego

El gato con guantes

Dicen que la vida no es sino una sucesión de etapas que vamos recorriendo y experimentando entre temores, golpes, caídas, alegrías y desafíos

El gato con guantes

La consecuencia de unos objetivos que vamos marcándonos mientras inevitablemente vemos de reojo cómo caen las hojas del calendario. Un constante goteo; un incesante punto y seguido. Y vuelta a empezar. El caso que nos ocupa terminó (y comenzó) en un hotel de Gijón cuando, a escasas dos horas del partido, Jaume escuchó en boca de su entrenador, su nombre entre los elegidos. Cuentan los allí presentes que, rodeado de compañeros y amigos, Jaume evitó gesto cómplice alguno y su semblante apenas exteriorizaba una consigna: ahí tienes lo que tantos años llevabas esperando. Posiblemente toda una vida€

Ni en los días previos, tampoco la noche anterior, ni a medida que se acercaba la hora del encuentro, Jaume cambió su rutina; ni tan siquiera cuando supo la noticia. Mentalizado y serio, su particular ritual siguió su curso, como el ciclista que aguarda el inicio de la lucha contra el crono en la rampa de salida. Tranquilidad, música, concentración. 5, 4, 3, 2, 1€

Es nuestra actitud ante la adversidad lo que nos diferencia frente a los demás. La forma en la que afrontamos el día a día, superando nuestros miedos y añadiendo nuevos retos por conquistar. La actitud para desafiarnos a nosotros mismos. La vida sin excusas.

Al chico que ayer acaparó todas las portadas nadie le tiene que mostrar el camino. Si echara la vista atrás, vería que ahí siguen sus huellas. Jaume Doménech nació hace 24 años en Almenara y fue allí, en los campos de tierra, donde comenzó a forjar su carácter. Con apenas un lustro de vida, Jaume ya tomaba sus propias decisiones. Quiso ser portero e hizo lo imposible por conseguirlo, hasta el punto de llevarle la contraria a su tan querido abuelo, quien en su afán por protegerle prefería alejarlo de la portería, punto de mira para los francotiradores más críticos en la infancia. Pronto descubriría que su nieto había venido al mundo con armadura. Tal fue su empeño que, con el fin de llevarlo en secreto, se adueñó sin preguntar de unos guantes de ciclista que andaban por casa, y con ellos se presentó al siguiente entrenamiento. Quién sabe si, con esa personalidad, perdimos por el camino a un gran escalador sobre ruedas.

Seguro de sus posibilidades, Jaume creyó siempre en sí mismo, incluso cuando escuchaba un «no vales» por respuesta. A las puertas que le cerraban (Villarreal CF) abría otras (CD El Palo, Huracán, Valencia Mestalla). Y por el camino el arquero seguía despejando inseguridades. Nadie recuerda lágrimas en el rostro del niño que soñaba con ser portero. Tras dos años entrenando con los mejores, Jaume obtuvo el pasado sábado la oportunidad por la que tanto había luchado. Nervioso por naturaleza cuando viste de paisano, Jaume deslumbró al planeta fútbol por la seguridad que transmitió el día de su estreno, saliendo imbatido e ileso del bombardeo al que fue sometido en El Molinón. Ya lo saben: en Almenara los gatos llevan guantes. A cada parada de mérito, Jaume apretaba los dientes y cerraba los puños, práctica suya habitual hasta en los entrenamientos, pues así alimentan de optimismo su alma los guerreros.

Con el pitido final, Jaume encontró tiempo para, entre abrazos y besos, clavar las rodillas en el suelo y apuntar los dedos al cielo, cumpliendo con la promesa que le había hecho a su abuelo: convertir en hazaña su sueño. Allí donde esté, seguro que está sonriendo, su nieto ya detiene ejércitos en Primera. No se recuerdan héroes sin palabra.

Renovado hasta 2018, el portero con guantes y arrestos de ciclista dibuja en su cabeza el trazado de la siguiente etapa. El miércoles llega la Champions. Otro punto€ y seguido.

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