Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Off the record

Mamá no lo entenderá

La fantasía era recurrente en la niñez. Los que tuvimos pelota antes que dientes siempre soñamos en algún momento con un desenlace similar

Mamá no lo entenderá

Conducir por el pasillo el balón de plástico que regalaba Perfumerías Prieto, tirar paredes con el zócalo, que oficiaba de socio en la delantera imaginaria, regatear a duras penas a mamá „empeñada de forma incomprensible en que no se podía chutar dentro de casa„ y, al llegar a la puerta del comedor, mientras el narrador radiofónico que llevábamos incorporado gritaba histérico que era la última jugada del partido, fusilar a la silla inmóvil dispuesta como portero con un punterazo que se colocaba de forma irremisible entre sus patas. ¡Gooool del Valenciaaaaa! ¡En el último minutoooo! ¡Cómo lo celebra Mestallaaaaa!. Todos los peques de mi generación quisimos ser Lubo Penev vacunando a Buyo o Zubi con un golazo en tiempo de descuento. Apostaría a que Paco Alcácer, adecuando a su tiempo el nombre del delantero del Valencia y el portero rival, también. Cómo debe estar a nivel interno para no celebrar el milagroso testarazo que permitió al Valencia asaltar El Molinón el pasado sábado cuando el tercer empate contra un modesto se cernía sobre la cabeza de Nuno Espirito Santo.

Peliagudo asunto el de los atacantes de los que dispone el técnico portugués. La temporada pasada, a golpe de puntos, no tuvimos más remedio que soterrar el debate de los dos delanteros. No hubo forma. Ni la evidente sensación de peligro constante que generó el equipo los pocos minutos que Alcácer y Negredo formaron sociedad arriba ni las declaraciones públicas de ambos defendiendo su indiscutible compatibilidad pudieron con la pasión de Nuno por el 4-3-3. Espirito Santo no lo veía. Y sigue sin verlo. Antepone el equilibrio que proporciona el trivote y la electricidad tras recuperación en la que fundamentan su juego velocistas del verde como Feghouli, Rodrigo, Piatti o Bakkali. Ni siquiera en partidos por decidir. El 7 y el 9 en la tablilla del cuarto árbitro se han convertido en un clásico de nuestro tiempo. Aunque pudiera pensarse que tardes como la de Gijón dan la razón al técnico, lo cierto es que la moneda no siempre va a salir de cara. Y si no, pregunten a Paco Jémez o Víctor Sánchez, exultantes por el botín obtenido ante un equipo Champions y agradecidos por la ausencia de dos delanteros enormes jugando juntos durante buena parte de los minutos.

Aquí no queda otra que seguir predicando. Aunque en ocasiones uno tenga la sensación de lo que hace en el desierto, que nadie le escucha, no es así. ¿Tiene alguna relación el regalo/chapuza del partido de octavos de final de la Champions League con las horas de radio/televisión y páginas de periódico dedicadas al precio excesivo de los packs para la primera fase? Estoy convencido. Es evidente que el raje de Nuno hacia el club antes de viajar a Gijón fue el factor determinante, pero también lo es que el volumen de quejas en el entorno se convirtió en un hecho sin precedentes en la historia reciente de la entidad. Media entrada en Mestalla y la camiseta sin «main sponsor» no es precisamente la forma idónea de regresar a la máxima competición continental. La virada institucional por los abonos Champions pone de relieve dos circunstancias, ambas muy positivas: en primer lugar, que el entorno no ha perdido la capacidad de quejarse y reivindicar ante la nueva propiedad, por mucho que ésta se encuentre en la Avenida de Suecia o en Singapur y, segundo, que Meriton ya le ha visto las orejas al lobo. El adormecimiento de la temporada pasada en asuntos escandalosos como la renovación express de Nuno por tres años se ha convertido en alerta general. Sobre todo para situaciones relacionadas con el bolsillo del respetable Más vale tarde que nunca.

Con el tema Alcácer-Negredo, como con el de los «packs Champions», lo mismo. Hay que seguir insistiendo. Ya no pedimos que jueguen juntos, la plegaría se ha convertido en utópica. Pero al menos que roten, que se repartan competiciones. Si uno juega de inicio en Champions, el otro en Liga. Y así sucesivamente. Todos contentos. De lo contrario, los niños que hoy sueñan con poner Mestalla patas arriba acabarán celebrando sus goles en el pasillo quedándose quietos. Petrificados. Mirando de reojo, desafiantes, a mamá. Que no entenderá nada.

Compartir el artículo

stats