Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Tiempo de juego

El crudo invierno

No sabemos cuál es el sello de Neville porque es la primera vez que dirige un equipo. Al Valencia se viene aprendido

El crudo invierno

El Valencia vive sumido en un estado de depresión, del que es difícil salir. El diagnóstico es sencillo: «sé lo que hicisteis el último verano». Este club, casi centenario y con unos cuantos títulos en su haber, no está llamado a ser un banco de pruebas. Basta con salir a la calle o pasear por los aledaños del viejo Mestalla para saber que no hay discurso amable que lo sostenga. Para su sentida afición, no existe más proyecto que el de salir a ganar cada partido. Competir de tú a tú sin mirar con quien, empezando por sacar el mayor rendimiento a tu propio armamento. Porque al Valencia se viene aprendido. En estos momentos, el equipo está enfermo y no hay medicina que lo cure, sencillamente porque los responsables de hacerlo se equivocaron a la hora de confeccionar la plantilla, pensando que con el dinero y las buenas formas sería suficiente. Algo que está reñido con la historia.

No hay verdadera desesperación sin esperanza y es comprensible que, ante la falta de alegrías el aficionado encomiende su ilusión al primer destello. Pero la realidad es distinta; es Anoeta. Un detalle es algo que regalar a alguien al que aprecias, cualquiera con el que quieras quedar bien. Acertar sin gastar ni complicarse: una bufanda, unos guantes o unos calcetines. Cubres el expediente, fuerzas una sonrisa, robas un abrazo. Se agradece sin esperar nada a cambio.

El valencianismo lleva un tiempo agradeciendo detalles esporádicos de futbolistas que, a día de hoy, ofrecen muy poco. El Valencia, en ataque, es un jardín de infancia; lleno de promesas. Empezando por De Paul. Pegado a la línea de cal, hunde levemente hacia dentro para buscar un centro templado que arañe la espalda rival. «¡Va buena!», gritan sus seguidores esperanzados. Y vuelta a empezar. Una pisada, una espuela, un pase en corto y fin de la función. No tiene desborde ni luce en velocidad. No acompaña a su marca en labores defensivas y pasea por el verde desentendiéndose de las coberturas. Él está a otra cosa.

Impacientes aguardaremos hasta que lo descubran. Mientras, con él en el campo, el Valencia no sabe lo que es ganar en Liga. Por el otro costado ataca Santi Mina, otro futbolista prometedor de 19 años al que la situación futbolística actual le atropella por momentos. Nervioso e inseguro en cada uno de sus movimientos, Mina irrumpe en el área sin mordiente; sin veneno. Es Bambi caminando por el hielo.

Si miramos atrás, el análisis se complica. El equipo está a años luz de ser fiable. Desorganizado, inseguro en el repliegue, indolente en la marca y denunciable con el balón en los pies.

No existe diván cómodo para tanta terapia, y parece que la solución tampoco la aportará el entrenador. Eso sí: por probar que no quede. Gary Neville ha utilizado en poco más de un mes, todos los sistemas de juego posibles.

Defensa de tres, cuatro mediapuntas, dos delanteros, doble pivote e incluso doble lateral. Todos sin excepción. Evidentemente, no sabemos cuál es su sello porque es la primera vez que dirige a un equipo. Y como sucede con la plantilla, al Valencia se viene aprendido. Ármense de paciencia y respiren: el invierno todavía no ha terminado€

Compartir el artículo

stats