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Los restos de un naufragio

Los restos de un naufragio

España es un país que genera personajes sobresalientes, exóticos, que nadie sabe de dónde han salido. Parece ser que hay una monja muy tuitera que cargó contra la corrupción política y pidió inclemencia, pero que ante la pena de cárcel para Messi y su padre tejió una conspiración con la que defenderles de toda culpa. La ideología propia y el sentimiento futbolístico cuando colisionan normalmente llevan a que prevalezca el credo del balón sobre el resto de cosas. Incluso en una monja. Síntoma perverso.

Sería sano, muy sano, para una sociedad que ante una sanción de la comisión europea a un club de fútbol por recibir ayudas ilegales, el aficionado, tú, yo, supiera abstraerse de su posición de hincha para imponer su condición ciudadana. Supongo que es más fácil urdir tramas oscuras y ver un trato desigual.

Dejo de ponerme intensito. Pasemos a hablar del hambre, que no es solo la vocación de Aderlan Santos por triunfar en el Valencia, sudando la camiseta, bien ceñida. El Valencia busca jugadores con hambre porque diagnosticó que la «falta de» es una de las grietas principales del proyecto. Suso García Pitarch, un Maquiavelo inoculado en su hemisferio derecho, se dedica estas semanas a gestionar los restos de un naufragio. Su oficio consiste en desguazar y en poner en valor a las piezas con mejor pujanza en el mercado, consiste en a traer refuerzos que tenga ganas de comer. A poder ser no con la literalidad justa de la expresión. Se desconoce en qué punto está Nani, si sube o baja, más allá de una Eurocopa al alza. Su caso es insólito, la primera estrellita portuguesa que se va a Turquía y acaba revalorizándose. Puede ser, démonos al optimismo, que ésa sea una traza esperanzadora. No es un futbolista que se deja llevar por la propia inercia de una carrera en declive.

En la gestión de los restos de ese naufragio, Suso se topará con futbolistas del Valencia que aunque valgan, no convienen. Una de las máximas de la vida. El buque más pesado tras el naufragio es el de Álvaro Negredo, la constatación dolorosa de que un jugador con virtudes únicas se desvanece hasta convertirse en losa por la falta de ambición, la comodidad de creer que su carrera estaba completamente atada y bien atada.

El hambre, las ganas por progresar, suelen atribuirse a jovencillos prometedores. Erróneamente. Bien sabe el VCF que un escuadrón de veteranos canosos puede garantizar la mayor voracidad de nuestras décadas.

También se deduce que el hambre aparece como generación espontánea, que unos lo poseen y otros no. Intuyo en cambio que tiene más que ver con un contagio, un contexto favorable que impide a sus miembros acomodarse, que les exige. De ahí brotan los grandes equipos.

De los restos de este naufragio es imprescindible que lo que acabe en el desguace sea la mentalidad bien flácida que tiene el club de Lim, complaciente e instalado en un elitismo de pacotilla. Este club no fluye en base a la exigencia. Es el caldo de cultivo perfecto para los futbolistas desganados. El mejor fichaje, la mayor responsabilidad del Maquiavelo de la Pobla de Vallbona, será hacer una entidad exigente. A partir de ahí llega el resto.

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