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El borde del área

Final mercantilizada

Final mercantilizada

A la hora de escribir estas líneas, ni siquiera ha comenzado la final de la Euro 2016 entre la anfitriona Francia y la ibérica Portugal. Y en las horas previas a este magno acontecimiento resulta bastante cargante observar cómo el fútbol ha ido perdiendo el concepto grupal en favor de los nombres conforme la mercantilización de este deporte ha alcanzado niveles globalizados.

La gran mayoría de quienes desean una victoria local lo hacen por tener que evitar el bombardeo mediático en torno a Cristiano Ronaldo y todo lo que ello supone. Al contrario, quienes desean una victoria de los lusos lo hacen por querencia al astro portugués. Casi todo queda circunscrito alrededor de las filias y fobias que despiertan los dos «hombres marca» de los dos transatlánticos del futbol mundial. Y en esta Euro sólo tenemos a uno de ellos. Así que todo gira en los «pro» y en los «anti» CR7.

Queda la excepción valencianista, que apuesta por los suyos. Quienes se consideran simpatizantes del murciélago pretenden (si fuera posible) un hat-trick de Nani y que las tres asistencias las dé André Gomes.

Nada que ver con qué equipo ha sido mejor durante el campeonato. Nada que ver con quién ha acumulado más méritos para acabar alzando el cetro de mejor selección del viejo continente.

Conforme los intereses económicos han ido creciendo, el fútbol ha abandonado los méritos grupales para abrazar abiertamente adhesiones o rechazos a iconos publicitarios. Esta circunstancia se extiende incluso por encima de las nacionalidades. Si nos paramos en nuestro país, observaremos la cantidad de minutos y páginas que los medios de comunicación hablados y escritos vienen dedicando a Cristiano Ronaldo o a Leo Messi cuando la selección de fútbol de España ha vivido la mejor época de su historia. Y en ella ha habido dos futbolistas que merecerían un reconocimiento muy superior al que han tenido. Xavi e Iniesta fueron dos peloteros descomunales que jamás llegaron a optar a galardones individuales como el balón de oro (galardones a los que la propia FIFA se ha ido encargando año tras año de dotarlos de relevancia para igualarlos todo lo posible en peso específico a los premios de victorias en toneos de equipo). Si no te haces «selfies», vendes miles de camisetas, y eres rentable para las grandes marcas que alimentan este circo lo tienes realmente difícil para que se reconozca tu talento. Xavi e Iniesta nunca se tiñeron el pelo, no llevaron pendientes, ni se tatuaron el mapa de la línea 5 del metro en un brazo. «Sólo» ofrecieron talento, y eso parece ahora bastante tangencial incluso para la misma FIFA.

Más que hinchar pecho en su momento, ahora que España ya ha perdido el título de vigente campeona del último galardón que le quedaba, quizá era el momento de una auténtica reivindicación futbolera sobre lo que hemos llegado a disfrutar.

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