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La primera vez

La primera vez

La primera vez de Carlos Soler en el Camp Nou invita a pensar en algo grande. En un escenario donde la mayoría suelen arrugarse (los cotizados futbolistas del PSG, sin ir más lejos), el mediocampista valenciano actuó con una personalidad impensable en un chico de tan pocos minutos en Primera. Dejó huella en el partido a través de una volea repelida por Ter Stegen y, a continuación, con un par de pases en profundidad a la espalda de la zaga azulgrana: el primero a Gayà, con la izquierda y a la nuca de Rakitic, majestuoso.

Ante la renuncia de los veteranos, Soler, de 20 años y apenas 13 partidos en Primera, empieza a coger galones en el equipo. Gracias en parte a la crisis del Valencia, los tiempos de aprendizaje se le aceleran: ya pecó de pardillo ante el Eibar (expulsado en el primer tiempo tras la agresión previa de Escalante) y ya bajó su rendimiento en unos cuantos encuentros tras un arranque espectacular. Ahora empieza a adquirir cierto poso en el Valencia alentado por su polivalencia: puede actuar de medio defensivo (ante el Sporting), volante o de media punta. En todo es un 8, pero da la impresión de que podría ser un 10 si se especializara cerca de la portería rival, donde irrumpe por aceleración, llegada y remate (suma dos goles así, uno ante el Villarreal en una contra y otro frente al Alavés tras un rechazo del portero).

A la naturalidad para el juego, Soler le añade una cabeza privilegiada para desdramatizar una profesión rodeada de tantas presiones. Un punto de estabilidad al que agarrarse en medio del naufragio.

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