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La exigencia del jefe

La exigencia del jefe

Desde que Mateu Alemany se presentó en sociedad como nuevo CEO del club, el Valencia no ha perdido un partido. Fue aquella tarde en la que, repantigado sobre el sillón con la corbata a medio anudar y remojando el gaznate entre pregunta y pregunta con agua mineral, el director general enarboló la bandera de la exigencia. No es lo mismo acabar octavos que décimos, vino a decir, sabiendo como sabía la entidad a la que llegaba y el entorno al que se dirigía. La misiva tenía un trasfondo económico pero, sobre todo, de prestigio. Hablamos de una entidad que, desde el inicio de la era Meriton, transita entre el error y la decadencia. Alemany sabe que la primera piedra de su edificio pasa de forma ineludible por recuperar la creencia del personal, bastante desafecto del equipo los dos últimos años.

Voro, que es gato viejo, captó el mensaje a la primera. En las sucesivas ruedas de prensa, hizo suya la idea. El único objetivo ya no era la permanencia. Nueva premisa: acabar lo más arriba posible. Ayer hasta miraba la hora desesperado en tiempo de descuento viendo que el Sevilla se escapaba vivo. La primera consecuencia es palpable analizando la clasificación. El Valencia ya ha alcanzado los 40 puntos tras encadenar cuatro partidos consecutivos sin conocer la derrota: Deportivo, Celta, Granada y Sevilla. La segunda lectura, también. El club necesitaba ejecutivos procedentes del mundo del fútbol con absoluta urgencia. Los jugadores responden de forma inmediata a ese tipo de estímulos. Del mismo modo que tienden a abandonarse (fiestas de cumpleaños hasta altas horas de madrugada, karts y/o cachimbas?) cuando perciben que la presidenta pasa tres semanas al mes fuera de la ciudad o el director deportivo ni pincha ni corta.

El cambio en el rendimiento de la plantilla enciende una luz de aviso para la SAD a unas semanas vista de iniciar el proceso de decisión del entrenador para la próxima temporada. Salvador González ha implementado mejoras en el grupo, ha conseguido 34 de los 40 puntos que ostenta el equipo y merece homenaje en el palco de Mestalla, insignia de oro y brillantes y, sobre todo, un bonus con muchos ceros.

Pero el técnico 17/18 puede y debe ser otro. Otro que, entre las diferentes aptitudes que pueda reunir, sea capaz de exprimir al máximo a un vestuario que ha demostrado poder cuando quiere. Un entrenador contrastado, que imprima respeto simplemente con aparecer en el Aeropuerto de Manises, pero que, fundamentalmente, apriete, exija, insista en los pequeños detalles. De eso Mateu Alemany sabe bastante. Diez puntos de doce posibles desde aquella rueda de prensa en la que la palabra exigencia aparecía casi en cada respuesta. No. No es una casualidad.

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