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El reloj de Rafa

El reloj de Rafa

Mayo de 2002. Pocos hasta entonces sabían que Rafa Benítez estaba obligado a comprarle un reloj a su mujer cada vez que conquistara un éxito. Lo hizo en el ascenso del Tenerife un año antes y, contra pronóstico, tendría que hacerlo en ese mes de mayo. Más tarde se convertiría en una tradición casi sin fin.

Pero para llegar a ese punto antes hubo que sufrir. Primero las dudas de una afición que desconocía quién era ese Rafa Benitez que venía a sustituir a Héctor Cúper tras llevar al Valencia a dos finales de Champions. Y más tarde un mal arranque que a punto estuvo de costarle el puesto de no haber aparecido Rufete en aquella remontada en Montjuïc.

Recuerdo el mes de febrero. Un optimista Benítez se atrevía a decir, después de haber salvado el cuello in-extremis, que «el Valencia podía ganar la Liga». Aquella rueda de prensa me sonó a locura transitoria en un entrenador que rebosaba optimismo. Yo nunca había visto al Valencia ganar un título de liga. Y no pensaba que aquel año iba a ser diferente.

Pero los futbolistas se creyeron su discurso. Se vieron capaces de pelear contra todo y contra todos, incluido el todopoderoso Real Madrid y sus «ayudas». El paso por la joyería para comprar el reloj comenzaba a pasar de «sueño» a «realidad».

Y llegó un partido decisivo. Mucho más que el de Málaga. El de Mestalla ante el Espanyol. El Valencia comenzaba perdiendo y sufría la expulsión de Carboni. El sueño liguero se esfumaba. Hasta que Baraja se vistió de Rufete, pero no para salvar el cuello de su entrenador, sino para que se rascase el bolsillo, para remontar un partido en el que ya todos comenzamos a creer que aquello que dijo Rafa se iba a convertir en realidad. Baraja nos dio fe. La que no tuvo, contaba años después, Carboni, que después de ser expulsado se marchó a casa enfadado sin querer saber cómo acababa el partido. Tuvo que ser el propio Baraja quien le llamara por teléfono para comunicarle que se había remontado el partido y la liga estaba más cerca.

Y llegó Málaga. Fue la culminación del esfuerzo de toda una temporada y uno de los momentos más felices vividos por miles y miles de valencianistas. Ayala pedía calma, el colegiado tardaba en dar por válido el gol de Fabio mientras miles de valencianistas se lanzaban a las calles desafiando la lluvia para celebrar algo que muchos, incluido yo, nunca habíamos visto: ganar un título de liga.

Así comenzaba un equipo de leyenda mientras Rafa se acercaba a la joyería a por el prometido reloj.

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