El proyecto del Valencia CF genera una confianza que lleva a sus responsables a liberarse de manera calculada de corsés y mensajes prudentes para reconocer la satisfacción del tramo recorrido y la ambición de las expectativas. Marcelino García Toral ponía ayer en perspectiva la metamorfosis estructural de la entidad hasta llegar al momento actual de prestigio rehabilitado. «No tengo ninguna duda de que tenemos mejor equipo que el año pasado. Y mucho mejor aún que el que teníamos hace dos o tres». Son los «15 meses» que han cambiado el rumbo del Valencia y que el técnico particularizaba en la figura de Mateu Alemany.

«Tenemos al mejor director general del mundo o uno de los mejores, ha sido capaz de generar con entradas y salidas una plantilla que hace 15 meses todos consideraríamos que sería impensable», reconocía el técnico valencianista, cuya llegada al Valencia CF fue la primera gran decisión de Alemany. El dirigente balear repite una particular tendencia histórica en el club, como es la intervención decisiva de directivos y responsables, nacidos lejos de València, como el gallego Luis Colina o el vasco Pasieguito, cuya vinculación arrancó desde muy joven como futbolista. La llegada de Alemany no se hunde en raíces tan románticas (de hecho fue auspiciada de manera externa, a propuesta de Javier Tebas, presidente de LaLiga), pero se ha revelado igualmente como crucial.

La aritmética financiera y una exigencia deportiva acorde a la historia de la entidad y que ha encontrado en Marcelino a su ejecutor han devuelto al Valencia CF al hábitat natural de la Liga de Campeones justo a tiempo, en el año del Centenario. Todo con el equilibrio societario con un inversor, Peter Lim, a quien le han sabido frenar los excesos en la planificación del equipo a cambio de revestirle de protagonismo para abordar, cara a cara, negociaciones trascendentales como la llevada a cabo en París por Guedes. A partir de aquí emerge otro reto. La intención por mejorar sabiendo de la distancia todavía larga no solo con el Barcelona y Real Madrid, sino todavía también con el Atlético. Un choque entre realismo y ambición que ayer Marcelino definía con agudeza, al definir la cuarta plaza como «cielo» y «suelo» del equipo.