José Mourinho (Setúbal, 1963) entró en la Sala 7 de Old Trafford lanzando a los periodistas un burlón "hellooo", con una media sonrisa. Se dejó caer en la butaca lanzando un suspiro forzado y se preparó para la acción. Sabía la que se le venía encima, que los periodistas ingleses le iban a acorralar, y no iba a renunciar a disfrutar del cuerpo a cuerpo, con una puesta en escena casi daliniana. Después de una pregunta preliminar, para abrir boca, "es un gran partido, contra un gran rival, en una gran semana", vino la batalla. De toda la tensión posterior, una conclusión clara: la convivencia de Mourinho con su plantilla (con la que marcó distancias) y con el entorno está bajo mínimos y el Valencia, en caso de victoria, puede poner punto final a la trayectoria del entrenador portugués en el United.

Las preguntas a quemarropa eran contestadas de modo desafiante, sin dejar prisioneros. "¿Qué reacción ha visto en sus jugadores?". "Todos los jugadores son diferentes, veo diferentes reacciones. Puedes estar riéndote y ser el hombre más triste del mundo. A unos les importa más que otros". El técnico usó el ejemplo de las leyendas del club para lanzar de manera implícita un desafío a su plantilla actual, que amaga con amotinarse: "Después de 20 años, tal vez ya no soy el niño de antes, pero no creo que los jugadores no sean honestos. Tienes que preguntar a grandes jugadores que ha habido en este club, si han ido alguna vez a algún partido sin intención de darlo todo. Otra historia es que tengan mal rendimiento, las estadísticas. Y otra cosa es el jugador, el hombre". ¿Y qué puede hacer usted para mejorar el rendimiento del equipo? Revés en corto: "Lo que puedo hacer para mejorar ya lo hago".

En ese momento, la rápida comparecencia pasó a un intercambio de golpes secos: ¿Teme que vaya a perder su puesto?. "No". ¿Es cierto que le ha pedido explicaciones Ed Woodward (director general)? Sin perder el rictus relajado, Mourinho ríe y contesta: "¿Te preguntó yo con quién hablas?". Acto seguido llega una escena surrealista. Se le cuestiona por una hipotética llamada que le realizó Zidane para tranquilizarle de que no quiere su puesto en el United. "Pregunta al periodista que tienes detrás, justo detrás de ti. Es quien lo ha escrito. Se ve que ha puesto un micro en el teléfono". Y es así como Mourinho asiste, sonriente, a una breve conversación entre los periodistas, eludiendo la cuestión. En el fondo, Mou había logrado un propósito oculto. Regando cada respuesta con su histriónica personalidad, concentró toda la presión sobre sí mismo para liberar a sus jugadores.