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Sufrieron como perros

Visto con la distancia de toda una semana la victoria contra el Huesca está a punto de ser el mayor éxito de la temporada. Démosle unos días más y una corteza de épica, y lo tendremos. Cuando sospechábamos que este equipo era una cuadrilla de primaveras, descubrimos su arte litúrgico sin par.

Saber ganar normalmente es más importante que ganar. Y este grupo de jugadores, en el desfiladero, ha puesto su empeño en hacer de la resistencia un modo de ser. «Sufrimos como perros», el grito de Gayà, es una expresión tan sólida que parece cosida por un guionista. El lateral de Pedreguer, míralo a los ojitos, está virando en jefe revolucionario, el corajudo líder. El Valencia más inmediato será el que Gayà y Soler se echen a las espaldas, o no será

En esa danza de la celebración, donde el silbido de un gol se solapa al silbido final, el equipo mandó un mensaje interesante. La piña y la gallardía como emblemas. A falta de fútbol, buenas son las emociones y el sentimentalismo. Se vislumbra una conjura. Normalmente un grupo de tropiezo en tropiezo siempre se conjura en «contra de» y no a favor. En contra del entrenador, del entorno, del presidente? Pero más bien ahora se trata de un equipo conjurándose contra su propia perplejidad. Resistirse ante una temporada con visos de desastre

Ese frentismo ante la letargia, ese coraje, ha servido para obligar a posicionarse. ¿Está usted o no está del lado de unos jugadores con la voluntad persistente de revertir este lío? La benevolencia puede al escepticismo. Vemos trazas de cambio en las cabezas, aunque no en los pies.

Nuestro equipo es el que mejor celebra de toda la Liga. Sin bailecitos ni frivolidades individuales, sino como una trinchera ante los malos presagios. En fin, ¿estamos generando pretextos y justificaciones para camuflar la desazón?, ¿o de verdad hay motivos para creer un poquito más? Ante la duda, generosidad.

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