La negatividad no la transmite el entorno, tal y como declaró Marcelino en la previa de Mendizorroza, sino el equipo del Valencia CF, que ha ganado cuatro de 18 partidos. El técnico ha disfrutado de un entorno paciente y generosísimo (por parte del público y de la prensa), agracecido por la excelente campaña del pasado ejercicio. Otra cosa es comulgar con ruedas de molino. Y aceptar la mediocridad del actual Valencia, sin fútbol y sin carácter desde el inicio de la campaña.

Mendizorroza vivió ayer un capítulo más. El equipo empezó con una acción magistral de Parejo que venía a apuntalar el cambio de sistema de Marcelino, el primero en su año y pico en Mestalla. Pero se desvaneció pronto por los errores de los centrales y por la falta de contundencia de los delanteros. La segunda parte fue una confusión permanente en ataque transmitida desde el banquillo.

El VCF desaprovechó el golazo de falta de Parejo por su blandura defensiva en los córners del Alavés a pesar de que Marcelino optó por jugar con tres centrales (Gabriel Paulista, Garay y Diakhaby). Entre los tres no sacaron ni una. La apuesta conservadora salió bien al principio, pero, tras ponerse el Alavés por delante, Marcelino no supo rectificar, mantuvo los tres centrales hasta el final (se dejó un cambio sin hacer, ahí estaba esperando el único jugador diferente, Kang In Lee), y el equipo apenas llegó al área de Pacheco. Y cuando lo hizo, el árbitro, Medié Jiménez, le hurtó un penalti por empujón de Laguardia a Batshuayi dentro del área.

El cambio de sistema tuvo un punto débil: Diakhaby. El francés cometió un doble fallo. Primero se tragó el amago de Jony y llegó Lato para enviar a córner. Del saque de esquina, Maripán le ganó la posición a Diakhaby y el tiro del central chileno lo desvió a gol Borja Bastón. Pasaba ya el tiempo del minuto de prolongación, cuando un nuevo córner castigó al VCF. Ninguno de los tres centrales sacó la pelota, rematada por Pina. Los jugadores de Marcelino no advirtieron que el córner estaba fuera de tiempo. Nadie protestó.

No pasaba nada en la segunda parte hasta que Ferran Torres entró por un intrascendente Wass. El VCF se acercó con más peligro, aunque sin lucidez. El once de Marcelino fue en ese tramo final un galimatías en el que casi nadie se sentía cómodo en su posición. El VCF comienza el año con la misma vulgaridad del pasado. Ya le ganó al Huesca sobre la campana. Y sí, Marcelino, ahora el entorno sí es negativo.