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El regreso de los clásicos

Parejo y Rodrigo refrescan ante el Barcelona las expectativas de épocas pasadas, que tuvieron en el Camp Nou su escenario de partida

El regreso de los clásicos

Las visitas del Valencia CF al Camp Nou son un termómetro de las ambiciones de los blanquinegros en cada época, de las expectativas que están por venir. La cabeza de Bossio, vendada y aún así ensangrentada (le graparon en la parte equivocada) en la victoria de 1987 conectaba ayer con los intentos de Kevin Gameiro de seguir compitiendo, aturdido, aunque viese borrosas las gradas que minutos atrás había silenciado. Ambas estampas, con independencia de un resultado final siempre pendiente de las acrobacias extraterrestres de Leo Messi, tratan de una revelación mayor: la felicidad del regreso del Valencia de siempre.

Liberado mentalmente, el Valencia ha pasado de celebrar con sobrecarga sentimental sus escasas agónicas victorias ante rivales menores, a contragolpear con limpieza orquestal en la inmensidad verde del Camp Nou, como en aquellas veladas locas de finales de los 90. Los actores cambian, las comparaciones serán siempre aproximadas, pero el relato es reconocible, como el placer de volver a escuchar muchos años después un disco favorito, que creías extraviado: robo de Mendieta y pase al Piojo, robo de Parejo (ayer por dos veces a Messi) y contra de Rodrigo, cargando consigo el balón y el violín. El partido de ayer, por mucho que el resultado final se quedase en empate, reúne las características de triunfos simbólicos, que en Barcelona el VCF suele protagonizar en invierno, como el tantas veces aludido 3-4 de la 97-98. No llegó a arreglar la temporada, pero reforzaba una idea ambiciosa de futuro. En este Valencia, desde la base de un bloque joven, comprometido y un esfuerzo colectivo tan íntegro que la identificación viene ya sola, solo despierta buenos presagios, de cara al futuro cercano. Un futuro comprimido en las próximas tres semanas, en las que está en juego el regreso a una final de Copa, el escenario definitivo en el que la masa social del club exhibe su músculo real. El éxodo de aficionados con pelucas naranjas que huelen a pólvora, la ilusión de un título...

Los partidos en el Camp Nou son tan largos que da tiempo a que el juego pase por todas sus fases. De la personalidad de la primera parte, con dos goles y un trallazo al poste, al agonismo del segundo acto, pasando por un desenlace enfriado por la jerarquía de Geoffrey Kondogbia.

Con Daniel Parejo Muñoz convertido en un líder indiscutible, con Rodrigo a su nivel real , con la floración, tardía pero real, en la confianza en los Wass, Piccini y otros actores secundarios de un bloque que muerde, sufre y disfruta siempre junto, el Valencia está llamado a generar alegrías.

La ilusión de las últimas semanas necesitaba el filtro implacable del Camp Nou, con Messi engordando su palmarés de máximo ogro blanquinegro de la historia. Son ya 27, Leo, pero este Valencia vuelve a sonar como los clásicos.

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