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Así era València en 1919

La ciudad se abría a la modernidad y estaba agitada por los movimientos obreros el año que se fundó el Valencia Football Club - El alcalde, el blasquista Juan Bort, negó colgar la bandera monárquica con la visita de la infanta

Así era València en 1919

València era una ciudad moderna y agitada en 1919, el año de la fundación del Valencia FC. Moderna por su progreso comercial y urbanístico tras la Exposición Regional de 1909, y agitada por los graves problemas sociales, propiciados por las secuelas inflacionistas de la I Guerra Mundial. La urbe alcanzaba los 249.000 habitantes y emergían construcciones modernistas, hoy emblemas de la ciudad: doce años antes, en 1907, se había ejecutado la ampliación del Ensanche, y en 1912 se abrió el Paseo Valencia al Mar, idea del entonces político más influyente en la vida valenciana, el universal Blasco Ibáñez. Las obras de la Estación del Norte estaban a punto de terminar (finalizaron en 1921), el Mercado de Colón estaba recién inaugurado (1916) y el monumental Mercado Central estaba en plena construcción, al igual que el Edificio de Correos. Aún pasarían unos años, hasta 1930, para que funcionara el primer semáforo de la ciudad, en la Plaza de la Reina, accionado a mano. El alcalde, el blasquista Juan Bort Olmos, unió aquel año el Palmar, que dejó de ser una isla, con la Dehesa del Saler.

El mundo andaba convulso en el 19. Apenas terminada la Gran Guerra, se firmó el Tratado de Versalles, murió Theodore Roosevelt (26º presidente norteamericano) y se confirmó la Teoría de la Relatividad de Einstein. En Alemania, un tal Adolf Hitler asiste como observador a un mitin y toma la palabra para rebatir los argumentos de un separarista bávaro.

En España, València es el bastión del republicanismo, impulsado por Blasco Ibáñez. El blasquismo ofrece un discurso ambivalente y conciliador en una España bipolar: apoya las reivindicaciones obreras y trata de hacerlo compatible con un proyecto burgués, en plena transformación económica de la ciudad. Blasco Ibáñez llevó su ideario de búsqueda de la libertad y la democracia a la política con la creación del Partido de Unión Republicana Autonomista (PURA), que arrasa en todas las elecciones hasta el Golpe de Primo de Rivera (1923). «València es una de las pocas ciudades de España donde gana el republicanismo. Aquí se rompe el caciquismo. Valencia es muy activa entonces y la diferencia con Madrid y Barcelona era poca. Pintaba más que ahora en el contexto español», explica el historiador Vicent Baydal.

Son años de un nuevo anticlericalismo: el PURA impulsa la enseñanza gratuita y laica, la asistencia hospitalaria y las pensiones y se enfrenta a quienes utilizan el catolicismo como arma política (La Liga Católica, principalmente). Mientras en el resto de España el turno entre liberales y conservadores sigue su curso desde la Restauración de 1874, el republicanismo gestiona en València los cambios desde el progresismo. Y para avanzar, el clero está de más. El abogado Juan Bort Olmos, del PURA, gobierna en la línea de restar a la Iglesia su exceso de competencias y su ganado talante corrupto tras la descolonización de España en el 98. Juan Bort, que dio nombre a la actual calle San Valero hasta 1941, ordenó día laborable el Jueves Santo y prohibió la cooperación municipal en los festejos de la Virgen. Una cuestión de principios desde la tolerancia. Casado con una mujer católica, le acompañaba con frecuencia a los oficios y el día que los anarquistas, años después, se lanzaron a quemar una iglesia, se situó en la puerta y exclamó: «Si la quemáis, será conmigo dentro». Nada que ver con el escenario político y social posterior a la Guerra Civil: el blasquismo era anticlerical y, al mismo tiempo, defendía la propiedad privada. Un republicanismo de centro-derechas que «terminó adjudicánse la izquierda», subraya el médico Juan Bort Martí, nieto del alcalde de 1919.

La economía valenciana había pasado ser de agrícola a industrial, con la aparición de empresarios y proletarios. La GM favorece la exportación textil y de calzado. Pero la coyuntura inflacionista determina un empobrecimiento de las clases medias-bajas, que provocan una cadena de huelgas y trifulcas callejeras. Hay muertos en las calles. Hubo explosiones en el «Apolo», el «Café de España», «La Esfera» y la ferretería de Ernesto Ferrer. Por cierto, el sueldo de los hombres en la València de 1919 triplicaba al de las mujeres.

Ramo de flores diario a la Infanta

Bort gestionó la agitación con mano izquierda, desde el diálogo. Mientras, intentó sin éxito cambiar el nombre de la Plaza de la Reina a Plaza de la Región. El día de la visita de la Infanta Isabel «La Chata» a València, aquel 1919, se negó a colgar la bandera monárquica hasta después de levantarse de la siesta. Hubo una reacción militar que el propio edil frenó aquella tarde. Sin embargo, días después, la infanta elogió el talante simpático del alcalde, que cada mañana le había enviado un ramo de flores hasta su marcha. En la II República, Bort sería presidente de la Diputación y diputado en las cortes constituyentes del nuevo gobierno junto a Alcalá Zamora y Manuel Azaña. Murió en 1939, nada más terminada la guerra, que la pasó medio escondido en una galería de Ruzafa «decepcionado en qué había derivado la República». Paradoja: los anarquistas, a los que los blasquistas como Bort habían puesto la alfombra hacia un gobierno más democrático, querían «darle el paseo».

Los comercios referentes eran la Isla de Cuba, en el chaflán de la actual plaza del Ayuntamiento (Emilio Castelar, entonces) con San Vicente, donde se vendían las mejores sábanas de hilo y las más selectas toallas, a escasos 100 metros del Bar Torino. Todo en dura competición con «El Siglo Valenciano», «El Águila», «Casa Conejos», «Pampló Hermanos» y el «Rey don Jaime», los grandes ases del comercio valenciano en aquel 1919 en el que un tal Arturo Montes comenzó a marcar los primeros goles del Valencia FC en Algirós.

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