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Un club en contra

Un club en contra

Lo más desconcertante de estos meses de total calamidad gestora no es haber perdido el rumbo, el camino fijo, y darse a los experimentos. Eso a todos nos ocurre en nuestras vidas diarias de vez en cuando. Tampoco lo es comprobar cómo, en defensa del optimismo deportivo, se pretende rebajar el volumen del caos. Al fin y al cabo todos acabamos creyendo lo que queremos creer para hacer más llevadera la existencia.

Lo peor es esto, lo que comienza a evidenciarse desde hace días: el intento de vaciar de significado al club hasta usarlo de puro parapeto, de cordón de seguridad para sus gestores.

Es una anécdota sesgada, pero tiene potencia de símbolo: la cuenta oficial del Valencia en Twitter ha comenzado a bloquear a aficionados cuya máxima sospecha es la de criticar el estado de ignominia en el que anda instalada la máxima dirigencia. Visualiza el hecho: úsese el club en contra, debió lanzar alguien en la planta noble.

Desde el último 18 de marzo reunido el club, en etéreo, marchando por la ciudad, hasta esto, en lugar de asentar una oportunidad histórica el gobierno de Anil Murthy ha degradado la institución intentando usarla como munición al grito de «esto es mío». La obscenidad como norma, el escaso recato social con las diferencias como hábito patológico.

Y siendo todo esto suyo (cuando apelas al derecho de propiedad es que te has quedado sin el resto), movimientos tan erráticos demuestran la fase de debilidad, con un presidente noqueado a la espera de llamadas remotas, desbordado por su propia impericia.

Imagino a Murthy, en la medianoche, bloqueando a usuarios, discerniendo entre buenos y malos valencianistas, descubriendo a punto de caer dormido que ya solo él puede leer al Valencia.

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