En la tarde del martes, en un hotel a pocos metros de Mestalla y la sede del Valencia CF, Mateu Alemany se despidió públicamente de la afición valencianista. El principal recuerdo fue para los seguidores, a los que siente que devolvió «algo de todo el cariño y apoyo recibido en dos años y medio» con el título de Copa, con la alegría vivida en Sevilla y al día siguiente en las calles de València. Entre los agradecimientos del exdirector general aparecieron los jugadores, Marcelino y su cuerpo técnico, Pablo Longoria y el grupo de scouting, Lay Hoon, la presidenta que contactó con él, Peter Lim, «por la confianza» pese a las diferencias de criterio, los trabajadores de «las plantas terceras y cuarta» en el club y la prensa. Anil Murthy, actual presidente, o Kim Koh, consejero ejecutivo, no estuvieron en la lista de gratitud de Alemany. Curiosamente, las dos personas que tienen hilo directo con el máximo accionista.

El mallorquín de 56 años se marcha con el dolor de dejar un proyecto a medias... con el lamento de no haber podido mantener una comunicación directa con frecuencia con Peter Lim, pero con el orgullo de haber trabajado en la «súper plantilla» que hoy tiene el Valencia. El lunes por la tarde firmó la rescisión del contrato que le unía hasta junio de 2020 de manera «cordial». «Nadie por parte del club -ni propietario ni el presidente- me ha dado una explicación directa de por qué dejo de ser director general del VCF. La última reunión en Singapur con Lim fue agradable y respetuoso. Por encima de lo ocurrido estos meses, le agradecí su confianza. No se entró en las razones de la salida. Únicamente, puedo engancharme a un comentario público del presidente en el que decía que en el nuevo proyecto yo no encajaba, enlazando eso con los hechos objetivos de la propiedad podemos ver la razón. Ha habido un cambio de proyecto, quizá, diría yo de modelo de gestión», confesó.

A continuación, el ex ejecutivo valencianista explicó como durante 30 meses Peter Lim respetó un «proceso ortodoxo» que consistía en el consenso entre el entrenador, Pablo Longoria y la secretaría técnica y él mismo. El máximo accionista decidía si daba o no consentimiento a lo acordado. Si no era así, los profesionales en València debían volver a reelaborar el proceso. «Había tenido un respaldo absoluto. Si bien es cierto que desde junio percibí un cambio en la receptividad del máximo accionista y en agosto dije que quería involucrarse más. Eso creció hasta situaciones en las que no se nos tomó en cuenta: Como la venta de Rodrigo, el posterior fichaje de Corrreia y la parte más grave y difícil de superar, el cese y fichaje de nuevo técnico», argumenta. Es decir, según Alemany, se pasó a finales de mercado de un modelo basado en la confianza de Lim al proceso interno y ejecutivo del club a la toma de decisiones por parte del propietario. «Por mi perfil, le doy la razón al señor presidente, es muy difícil que yo encaje ahí. No es conveniente ni para mí ni para el club porque no tendría sentido».

Según el exdirector general, la ausencia de comunicación periódica repercutió en negativo. Alemany pone como ejemplo la cita en tierras asiáticas a la que viajó acompañado por Marcelino. «Lim y el entrenador llevaron la conversación en el 80%. Me gustó y eso fue bien. Era una de las cosas que faltó. Posteriormente hubo fricciones con las propuestas que yo planteé. De ahí el nuevo viaje a finales del mismo mes, julio, donde le pregunté si teníamos que ajustarnos o hablar de soluciones», añade.

Más adelante, el balear confiesa que no ha tenido «interlocución directa» del modo que requiere un club profesional. «Si hubiésemos hablado diariamente, aunque fuese por e-mail, WhatsApp, para trasladar el funcionamiento, las situaciones con los futbolistas, hubiese sido positivo... A veces, tuve la sensación de que Lim pensaba que todos soportábamos las ideas que tenía Marcelino sin discusión. No fue así, me habría gustado explicarle el porqué de las cosas. No existió. En Singapur le manifesté esta sensación, él entendía que la mejor manera de informarse era con su gente aquí y tuve que respetarlo».

Mateu Alemany no negó la existencia de cláusulas por las que debía tener conocimiento de las decisiones deportivas en el club. No obstante, jamás ha pasado por su cabeza denunciar el incumplimiento de esta condición en los casos referidos sobre Rodrigo, Correia, Marcelino o Celades. «La posibilidad de un tribunal me rechina, más con un club que tanto me ha dado. Mis competencias eran intervenir en la propuestas y toma de decisiones. No decidir... Marcelino ni yo hemos pretendido mandar ni decidir», aclara. Cuestionado por intromisiones o distorsiones del mensaje por parte de Murthy o Kim Koh hacia el propietario, Alemany reitera sin lugar a dudas que «al final quien tiene el botón rojo» es Peter Lim. «Éticamente estoy sujeto a confidencialidad. No voy a hablar de veces (que el dueño propuso la destitución del entrenador). La decisión final era de Peter. Cuando hubo una crisis de resultados enormes hubo conversaciones y opiniones, pero al final la decisión fue de Lim como ahora. Tras el trabajo abajo debíamos ir arriba y, si no nos acepataba lo propuesto, volver a empezar. Del consenso interno al visto bueno de Lim. Así trabajamos dos años y no nos fue mal», expone.