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La redención de Alcácer

La redención de Alcácer

Cuando Paco Alcácer se fue, a portazo limpio, arreciaba el frentismo, ¡la polarización!, y posiblemente se le utilizaba como armamento radiocontrolado. Se atrevió, a diferencia de los jugadores que solo balbucean, a dar un discurso que lo entrometía de lleno en la disputa. Y entonces, la sospecha. Quién vendió a quién. Quién quiso vender o quién quiso ser vendido. El estigma que desde entonces rodea a Alcácer. La sospecha sobre las formas y el fondo. Cierto aroma a traición supurando.

Por entonces creí que Alcácer pecaba de enredarse en una madeja que no era la suya. O te quieres quedar o te quieres ir o te dejas llevar. Pero irse dejándose llevar queriéndose quedar es francamente incompatible. Tampoco acertaba desacreditando el momento del club, más allá de su enfrentamiento con los gestores.

Debe ser el tiempo, pero me ha acabado pareciendo desproporcionado que, ante su silueta circulando en el mercado de fichajes, se siga exclamando el 'Vade retro Alcácer'. Los errores que pudo cometer pueden contextualizarse. Incluso dejarlos pasar y redimirlos.

Un jugador formado en el Valencia, de València, jugador del Valencia, sobre el que nos arrogamos el derecho de juzgar su valencianismo. Podemos seguir como justicieros y vengadores, una opción confortable, pero en apariencia parecería un acto más favorable para el Valencia rebajar nuestros dogmas y ser capaces de integrar a aquellos que quieren formar parte, más allá de puntuales deslices.

Antes de irse, Alcácer renovó hasta 2020. Que su regreso suene justo en este año, o que su marcha aparentemente por las diferencias con el proyecto de Lim acabe dándose la vuelta para regresar justo al mismo proyecto, relativiza la munición de inquina. Dejemos que solo sean las razones deportivas y económicas las que determinen si es útil que vuelva.

Un padrenuestro y dos avemarías, bastan.

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