No hace falta indagar mucho para saber qué piensan los vecinos de la antigua lonja de pescadores de la prolongación de Blasco Ibáñez. Casi todos su balcones lucen carteles de Salvem el Cabanyal. A pesar de ello, cada noticia los pone en alerta, esta vez las declaraciones del portavoz del Gobierno Municipal, Alfonso Grau, anunciando el traslado del edificio a unos solares cercanos. Su respuesta sigue siendo la resistencia, aunque esta vez con un añadido y es que los políticos dejen de marear y tomen una decisión definitiva que les permita vivir con tranquilidad.

Cayetano suma 87 años y lleva 54 viviendo allí con su mujer, Amparo. Puede decirse que como socios de la Marina Auxiliante, propietaria de la casa, ellos también son propietarios. De niño, con 7 años, ya venía a ver a los pescadores, y a los 12 se hizo por primera vez a la mar. En todo este tiempo, dice, no ha vivido una situación parecida.

Cuando ha necesitado alguna reparación la han hecho ellos. Nadie se ha preocupado por el edificio. "Sólo se han acordado para tirarlo" y a eso no están dispuestos. Ellos quieren que se restaure y que lo dejen donde está, porque lo de cambiar de vivienda a su edad lo ven "negro". "Nosotros ya queremos vivir aquí lo que nos quede", dice. "Tendría que ser una cosa extrema, como si te pusieran una pistola en la cabeza, para que me vaya", apostilla Cayetano.

Todo por los votos

También sus vecinos Antonio y Victoria están dispuestos a quedarse. Aunque son del Cabanyal, ellos sólo llevan 5 años en su casa, propiedad de la familia, pero se fueron allí precisamente porque no quieren vivir en una finca, porque querían una tranquilidad, una forma de vida que ahora no están dispuestos a perder.

"Yo les diría a los políticos que sepan dónde se meten y que piensen en nosotros en vez de las votaciones", dice Antonio, quien, a sus 61 años y jubilado, cree que una hipoteca ahora es "impensable".

De todas formas, no sólo personas mayores viven en la lonja. Hace apenas dos meses una pareja de 28 y 25 años alquiló una de sus casas porque les "perece un pueblo dentro de la ciudad" y porque quieren fomentar el "sentimiento de barrio".

Aunque proceden de la Malva-rosa y Blasco Ibáñez, no quieren prolongación. Según dicen, "este barrio es especial en toda España, modernista y con unas construcciones muy particulares que no pueden romperse ahora". Muy al contrario, creen que "deberían dejar restaurar y no fomentar la degradación para luego dar una excusa a los derribos".

Con ellos estaba ayer David, de 28 años, que se dispone a mudarse a una casa de la familia con su novia. "Es mi herencia y no tienen por qué quitármela", dice. Es más, propone que los políticos dejen de dar noticias y los dejen vivir tranquilos.