Estos días va a terminar una temporada de fiestas -Navidad, Año Nuevo, Reyes Magos- en las que los españoles, y especialmente los valencianos, damos notable cuenta de los dulces de la región, principalmente los turrones. Pero surge una controversia similar a la que ocurre con otras especialidades: ¿los turrones son valencianos o arábigos? Porque en visitas a países como Egipto, El Líbano, Siria, Jordania, Marruecos, hemos encontrado piezas dulces que son similares o muy parecidas a las tradicionales de esta Comunitat, principalmente de la provincia de Alicante.

El propio arnadí, dulce realizado con calabaza, tiene una clara denominación árabe, y es que los siglos que permanecieron aquí, en España, fueron tiempo suficiente para que las costumbres suyas y nuestras se entremezclaran.

Las crónicas indican que en el siglo XII el turrón -duro y blando- era ya clásico de la costa valenciana, y más tarde, la historia especifica que los reyes Carlos I y Felipe II ya eran adictos a este postre. El cocinero del segundo rey citado, Francisco Martínez Moñino, comentaba en unas crónicas que unos japoneses que visitaron España en el siglo XVII ya comentaban la excelencia de este manjar dulce, que conocían antes de su venida. Y también Jaume Roig, hace de esto siete siglos, cita el turrón de Jijona como algo exclusivo de estas tierras.

Hay muchas razones que se han esgrimido para argumentar el inicio de la elaboración de estos dulces tradicionales; una de las más usuales es que mediado diciembre -o incluso al comienzo- son épocas en que aparece con fuerza la almendra, así como la miel; aparte, en esa época descendían los jornales y era el motivo para dedicarse a esta elaboración.

Mediado el siglo XX, Cuba fue un país que reclamaba con insistencia el turrón español, valenciano, pero con los cambios políticos y en las relaciones comerciales entre ambos países decreció la exportación a aquella isla, manteniéndose en otros países hispanoamericanos.

Es curioso que en Francia comenzó la afición o costumbre tiempo después de que se generalizara en España la fabricación de turrones, y como el renombre era de las tierras valencianas -Jijona llevaba el estandarte-, pretendieron utilizar para ellos denominaciones de origen importadas, pues pensaban "dar gato por liebre". Pero como tales denominaciones estaban adecuadamente registradas en nuestro país, se intervino legalmente para prohibírseles. Algo parecido a lo que ellos también hicieron con las denominaciones de cognac y champagne, que aquí hubo que bautizar como brandy-los ingleses siempre intervinieron en la creación de ese licor- y como cava para el espumoso. ¡Donde las dan, las toman!

Luego, ocurrió en las zonas turroneras que la costumbre navideña pasaba en el calendario, y como se acercaba la primavera y el verano, se optó por los helados, que pronto superaron el renombre de los italianos.

Pero la verdad es que los dulces valencianos tienen sus reflejos en el norte de África, y bien pudo ser que ellos se llevaran la tradición de estas tierras cuando marcharon tras ocho siglos de permanencia, o que en ese tiempo que aquí estuvieron dejaron huella de su actividad. Algo parecido ocurrió con la naranja, como comentaremos en próximas crónicas recordando los miles de hanegadas de cítricos plantadas en Túnez.