Los vecinos del barrio de Benimaclet, combativos cual aldea de galos, no pueden ocultar su orgullo. En esta época de rescates financieros y de desahucios exprés, ganarle la guerra a un banco es todo un éxito. Y si encima esa batalla da como resultado la cesión de una enorme parcela para que los vecinos planten huertos ecológicos, el premio es doble. Benimaclet ya lo ha conseguido, y los huertos han vuelto a la ciudad.

El resultado se puede contemplar, ya, en una parcela de 4.000 metros cuadrados situada en el PAI de Benimaclet Este. Se encuentra, a su vez, dividida en 60 parcelas más pequeñas de 56, 68 ó 80 metros cuadrados. En total, unas 300 personas trabajan en los huertos urbanos. Según explica el presidente de la Asociación de Vecinos de Benimaclet, Antonio Pérez, «hay gente en lista de espera para acceder a los huertos».

Cuando el proyecto se puso en marcha, se decidió que cada propietario tuviera su parcela 15 años. Este periodo de tiempo permite, en opinión de Pérez, que la tierra «pueda ser utilizada en varias ocasiones para que las cosechas sean de la mejor calidad posible». Además, con quince años de concesión se pueden plantar muchos tipos de vegetales. Si el propietario no trabaja la tierra en tres meses, pierde la concesión del a parcela —que le ha costado 20 euros al año—, precisamente para evitar que, como ocurre ahora mismo en los huertos, haya parcelas totalmente sin trabajar: «Esas personas tienen hasta diciembre para venir».

En Benimaclet, todos han sido autodidactas. Los hay, asegura Pérez, que tenían nociones básicas de agricultura, aunque vinieron labradores a explicar los rudimentos de la agricultura. Sin embargo, la mayoría ha aprendido mediante ensayo error. «Vinieron a decirnos qué podíamos plantar y qué no, por la calidad del suelo y por la época», explican los huertanos. En Benimaclet hay lechugas, alcachofas, coles, plantas aromáticas, cebollas, espárragos, cebollinos... incluso, como cuenta Pérez, cebada que ha plantado un grupo de universitarios que planean hacer su propia cerveza, «y les va bien», asegura el presidente de la entidad. También los alumnos del colegio Pare Català tienen una parcela donde aprenden agricultura.

Los fines de semana son los momentos en que los huertos están más vivos. La acequia de Mestalla riega los campos los domingos, por lo que estos labradores urbanitas aprovechan ese día para trabajar en sus parcelas. Además, junto a los huertos hay una montaña de tierra retirada en la que juegan los niños y una zona común donde se celebran reuniones sociales. Según Pérez, otros barrios, como Torrefiel, San Marcelino o Campanar se han interesado en el proyecto, «pero se han echado para atrás al ver lo que cuesta».