La piscina de la Alameda de Valencia, cerrada desde hace dos años, se había convertido hasta ayer en un parque temático para adolescentes de la zona, con una peligrosa atracción estrella: una cuerda a modo de liana con la que los más arriesgados saltaban sobre el foso de la piscina olímpica. En la tarde de ayer un grupo de albañiles enviados por el ayuntamiento tapiaban todas las puertas por las que se habían estado colando los jóvenes, que se paseaban entre escombros y por las oficinas de un complejo que fue adjudicado en junio a Demmero Group por un valor superior a 10 millones de euros. Sin embargo, a falta de la firma, la gestión está todavía en manos municipales. La piscina cerró sus puertas hace dos años, después de que le ayuntamiento le retirara la concesión a la familia Barrachina por impago del canon.

Parece ser que tras percatarse de que alguien estaba «visitando» asiduamente las instalaciones el gobierno municipal mandó tapiar desde hace unos días los accesos para evitar accidentes, si bien todavía eran ayer accesibles unas ventanas situadas a unos cinco metros de altura por los que los menores se han estado colando.

Este periódico presenció ayer como unas chicas ayer se subían a la fachada. Junto a ellas había un grupo de amigos y amigas que este diario no vio entrar al edificio. Sin embargo, alguno de ellos reconocieron haber entrado en diferentes ocasiones, tanto al área del vaso como a la torre, tan conocida por los vecinos de la ciudad. Así, explicaron que antes se colaban por las puertas, pero que después de que fueran tapiadas accedían por los ventanales de uno de los laterales, en la calle de Muñoz Seca.

Un éxito en los teléfonos

Los chicos y chicas lejos de guardarse las espaldas se han delatado, publicando sus fotos, «selfis» e incluso algún video en las redes sociales, principalmente Instagram, una de las de mayor éxito entre los más jóvenes. La fecha de las imágenes señala que los menores se han estado colando desde hace al menos una semana en las instalaciones. También han ido circulando fotos por los teléfonos móviles a través de aplicaciones de mensajería.

En las imágenes se les ve posando en el interior, en la azotea o colgándose de la cuerda. Algunos de los menores explicaban que estas imágenes han creado un efecto llamada, y que se había puesto «de moda» acudir al interior de la piscina, sin tener en presente los peligros que entrañaba. De hecho fuera había un rastro de sangre. Al preguntar este periodista a los menores, uno aseguraba que se lo había hecho una chica al romper uno de los cuadros de acceso a los extintores. Otro aseguraba que varios chicos se habían llevado datáfonos en otra ocasión.

Mientras este periódico se encontraba en el complejo deportivo los albañiles sellaban las puertas principales de cristal y acudieron allí agentes de la Policía Local que revisaron el interior e identificaron a los menores que se encontraban en el exterior. Según explicaron los agentes, en otra ocasión una patrulla había acudido pero no había encontrado a nadie dentro. Ahora el peligroso juego ha llegado a su fin.