Ya se conocen de otras ocasiones y, de hecho, quedaron para ponerse juntas. A las ocho de la tarde extendiendo unas sillas plegables y se trajeron una bolsa «hay de todo: café, chocolate, mantas...». Y a esperar toda la noche. Once horas para repetir lo que ya es un rito para ellas. Ser las primeras, o de las primeras, en encontrarse con la Virgen de los Desamparados en el Besamanos que ocupará hoy buena parte del día. Con las puertas abiertas a las siete de la mañana, no se cerrarán hasta que no quede un solo feligrés sin cumplir el rito.

Ellas son Marisa Rosa, de 74 años y Concha Rebollal, de 75. La primera, de València, aunque reside buena parte del año en Francia. La segunda, de Alfafar. La Basílica ya les ha dado la estampa con que se obsequiará a todos los feligreses por semejante acto de fe. «Es que si no tienes fe, ¿qué te queda?».

Y cada una tiene una historia poderosa para aguantar las once horas de incomodidades e inclemencias. Marisa, «porque he pedido por mi hija para que se quedara embarazada y, por fin, ya lo está. De cinco meses. Está viviendo en Francia y el año próximo traeremos a la criatura para ofrecérsela ala Virgen. Siempre que paso por aquí me paro y le había pedido muchas veces por mi hija. No sabe si es niño o niña y no quiere saberlo, pero yo tenía que venir y dar las gracias».

Concha se emociona cuando recuerda su petición: «por mi nieta, que tiene 20 años y ha sufrido fibrosis quística desde que nació. Después de años y años esperando, el pasado mes de noviembre le pudieron trasplantar los dos pulmones. La he visto crecer con estos problemas y ver que se está recuperando y que ha sido capaz de estudiar, de ir a la universidad y de luchar por su salud... ¿cómo no iba a venir a agradecerlo?». Siempre hay algún motivo por el que pedir y la constancia tiene premio. Ellas ya se conocen y «quedamos para estar juntas. Tienen que venir más gente que conocemos» aseguraban ante los curiosos que se acercaban a preguntar el motivo por el que permanecían sentadas, junto a la restaurada puerta principal, que las cobijó durante toda la noche.

Quince años después de que, a iniciativa del rector Juan Bautista Antón y la Hermandad de Seguidores, se convocó a los fieles por primera vez, el Besamanos a la Virgen de los Desamparados se ha convertido en un fenómeno de masas que no ha perdido vigor a lo largo de los años. Hoy vuelve a calcularse que 30.000 personas esperarán para disponer de unos segundos delante de la Mare de Déu, darle un beso en la palma de la mano y salir de la basílica mientras un voluntario limpia la escultura a la espera del siguiente beso.

Teniendo en cuenta la notable presencia de personas mayores, las previsiones de mucho calor y el hecho de que, al contrario de las últimas veces, ahora ya no se puede extender el techo-parasol, se recomienda encarecidamente tomar medidas para evitar lipotimias por golpes de calor.

La Virgen de los Desamparados se presentará hoy, ante decenas de miles de fieles, con un manto de color plata y con bordados en dorado que ha sido donado por la familia Suay, una conocida familia de bordadores. Así mismo, él aderezo ha sido realizado por el taller de orfebrería de la Fundación Maides a cargo del orfebre Miguel ángel Bertomeu.