No eres nadie en el mundo de la fiesta si no acudes al «sopar de la punxà». Pero si, además, tienes hueco en un taller, es porque eres alguien selecto. Casi un primer espada. La «punxà» pasó como un huracán por la Ciudad del Artista Fallero. El todo València fallero se dio cita para tomar un «packed lunch» en la cena popular o una comilona de campeonato en los talleres, que normalmente suele ser buena parte o todo el sueldo que reciben los colaboradores que, con paciencia y desafiando la tórrida jornada, se dedicaron a pinchar la flor o a pincharse ellos en los dedos, como último elemento previo a la Batalla de Flores, con la que finalizará la Gran Fira de València en su capítulo de 2018. Y lo hacen porque están en temporada baja y porque hay que echar una mano al amigo. Hoy por tí, mañana por mi.

Hoy será, pues, un día de ajetreo en las viejas naves. Y el lunes volverá a ser, si no un erial, sí un lugar de recogimiento, silencio y zozobra. Afónicos se han quedado los responsables del Gremio de Artistas Falleros durante el último curso, y seguirán quedándose en los próximos. La «punxà» llegó con los profesionales deprimidos por la desaparición de otro taller, el de José Barea, en el que se trabajó durante décadas y generaciones. Esta misma semana se ha convertido en un lugar de culto para ciudadanos de origen indio. Uno menos. Recientemente, en otro de los espacios se ha establecido un co-working artesano, que no es lo que se dice un «parque tecnológico», pero que, por lo menos, tiene una relación tangencial con el oficio. No es un desguace de vehículos de alta gama, como en otra de las naves. Todas estas variedades, algunas con la puerta cerrada, se pasaban durante la larga visita que recetaron a las falleras mayores y cortes de honor visitando las carrozas, de las que la de Jordi Palanca, con su oda a la «mejor extraescolar», será hoy, cuanto menos, la más mediática.

Pero por encima de prohombres de la fiesta, los protagonistas ayer en los talleres eran los profesionales. De todas condiciones: artistas falleros en activo, jubilados, triunfantes o precarios. Todos se dan cita para ayudar o ver. No es la fiesta gremial del 1 de mayo, pero casi. Y a eso se agarraba Ximo Esteve, quien como portavoz del gremio es impagable porque no tiene pelos en la lengua. «Esto es lo que tiene la Ciudad del Artista Fallero. Aquí están todos o prácticamente todos. Este momento también lo podemos perder conforme se sigan cerrando talleres. Igual en unos años, la punxà y el ambiente que la rodea la recordamos por fotos. Cada semana no sabemos con qué nos vamos a encontrar».

La Batalla de Flores es, casi como en Fallas, un exceso en sí mismo. El ayuntamiento ha hecho crecer las subvenciones, pero tampoco son, salvo excepciones, trabajos que te saquen de rico. «Hemos atendido una petición de dimensiones que abarata los costes y nos estamos esforzando cada año» aseguraba el concejal Pere Fuset. Los miles que asistirán hoy al evento desde las 20 horas en la Alameda sólo pensarán en lanzar clavellones.