Fomentar los hábitos alimentarios saludables y sostenibles, y aprovechar para ello la particularidad que supone la ciudad de València, rodeada de un cinturón de huerta, y las posibilidades que ésto ofrece son los objetivos de la Estrategia Alimentaria València 2025. Promovida desde la Concejalía de Huerta del Ayuntamiento, acaba de finalizar el proceso de participación ciudadana y se prepara para celebrar, el día 13 de septiembre, la jornada en la que se aporten todas las ideas tendentes a la elaboración de un particular «libro blanco» sobre la cultura alimentaria. Toda una declaración de intenciones que sólo tendrá valor real si se llegan a reflejar en acciones reales.

Este plan ha sido, hasta ahora, un cúmulo de teoría sin más, que deberá pasar a convertirse en propuestas y acciones, con sus líneas de actuación. València es una ciudad en la que se reconocen amenazas, como la pérdida de suelo agrícola, la precariedad de infraestructuras, las ordenanzas que obstaculizan la aparición de canales de comercialización de proximidad y la pérdida de patrones alimentarios basados en la dieta mediterránea. Por contra, se quiere jugar a favor de corriente por el progresivo incremento de las iniciativas ecológicas, y la creciente sensibilidad ciudadana hacia un consumo responsable y sostenible, así como la ventaja del mantenimiento de una red de mercados municipales.

El borrador se articula hacia diferentes líneas de actuación que tiendan a promover cambios en la cultura agroalimentaria, que incluye el fomento de una gastronomía responsable con el producto de la tierra, los hábitos de vida saludables, visibilizar mediante campañas de sensibilización el producto de temporada y darle un sello de calidad, materializar ayudas a la producción agroecológica o impulsar el recambios generacional para garantizar la continuidad del oficio de productor, ya sea en agricultura o en pesca. El plan prevé instalar puntos de venta directa y, para ello, revisar la normativa de venta de estos productos. En definitiva, acercar estos productos al ciudadano y ponerlos en valor, además de proteger el territorio agrícola, fomentar el consumo responsable y de calidad y poner en valor la figura del productor. La Estrategia llega hasta la posibilidad de imbricarse con la movilidad para ofrecer la posibilidad de rutas verdes que acerquen al ciudadano a este entorno.

También se hace una referencia a los intermediarios, puesto que se defiende la idea de los «canales cortos de comercialización»; esto es, los que tienen como máximo un intermediario entre la producción y el consumo, y que implican «relaciones sociales en torno a la alimentación más justas, sostenibles e igualitarias».