«Nos dijeron que estábamos locas, que nuestro bebés murieron, que nadie nos arrebató nada... Llevamos años intentando probar que se equivocan, pero cuando pedimos la exhumación de sus cuerpos nos lo deniegan», relató ayer Matilde Ruiz, una de las afectadas por la supuesta trama de los bebés robados durante la década de los 70 y presidenta de la asociación de víctimas del Hospital la Fe de València.

Alrededor de una veintena de personas se concentró ayer en la Plaza de la Virgen, como lo llevan haciendo el primer domingo de cada mes, para expresar su «disconformidad» con la «justicia española» en la trama de los bebés robados y exigir que el Gobierno central permita exhumar los cuerpos de aquellos hijos e hijas que les dijeron que habían muerto y comprobar una sospecha que las atormenta desde hace casi 50 años: que sus hijos realmente viven.

Asimismo, piden que sus denuncias dejen de caer en saco roto. «Se trata de crímenes de lesa humanidad, no pueden prescribir como lo han hecho hasta ahora», indicó Matilde.

Carmen Sánchez, presente en la concentración, dio a luz a su hija el 15 de julio de 1971. Al día siguiente le comunicaron que la niña «había cogido frío por el aire acondicionado y que había muerto». Tanto Carmen, como su marido y la madre de ella, pidieron ver a la criatura. «No nos dejaron, nos dijeron que sería mejor para superar el trauma. Después nos dieron una cajita precintada con su cuerpo dentro... Tampoco nos permitieron abrirla para comprobar que realmente era ella», lamenta Carmen. Unos años después, volvió al hospital donde murió su hija para pedir el historial clínico. «Ni las fechas, ni las pruebas coincidían con lo que realmente ocurrió», denuncia.

El mismo patrón se repite también en Ana Moreno o en María Jesús Martín. «Me dijeron que mi bebé nació prematuro y que por eso murió, pero la realidad es que mi hija tenía nueve meses cuando nació», narra. «Después pedimos trasladar el cuerpo a Aldaia, pero nos dijeron que al no estar bautizada debían enterrarla en una fosa común en València... Nunca nos dejaron verla», lamenta.

Ahora empieza a ver «la luz al final del túnel». «Hace tres semanas se puso en contacto conmigo una joven a la que sus padres le confesaron que fue comprada... Vive en Barcelona, pero nació en la Fe, el 12 de mayo de 1979, el mismo día que lo hizo mi hija... Solo queda esperar las pruebas de ADN», explica María Jesús con la ilusión brotando de sus ojos. «Ojalá sea ella», dice tras mostrar su esperanza.