En medio de la campaña electoral, creyentes de todo tipo de colores políticos irán ocupando, desde las siete de la mañana a bien entrada la medianoche, la plaza de la Reina para participar en una nueva edición del Besamanos a la Virgen. Enfundada en un manto de color gris, procedente de una donación anónima, la imagen peregrina baja del camarín a pie de basílica para que miles de fieles, tras un par de horas de espera (el tiempo habitual cuando la plaza está llena) dispongan de unos breves segundos para besar la escultura, restregar fotos y estampas, derramar alguna lágrima y formular peticiones en forma de recuperación de salud, éxito en los exámenes, mejora en el trabajo... o agradecer cualquier episodio de la vida. Es un acto de fe que cumple su edición número 17, después que se celebrara por primera vez el 22 de mayo de 2002.

El Besamanos tiene un problema intrínseco: la ausencia del toldo. Que ha propiciado escenas rayando en la falta de racionalidad, con miles de personas, muchas de avanzada edad, aguantando un calor tórrido. Hoy se espera sol radiante y temperaturas altas. Por ello, se han adoptado dos medidas: el reparto de agua y el desvío de las personas con movilidad reducida y carritos por detrás, en el callejón recayente a la Almoina para que, tal como reconocía el presidente de los seguidores, José Luis Albiach a la agencia Avan, «las personas que hacen la cola por el acceso reservado a sillas de rueda y carros de bebé puedan tener sombra, a partir de las once de la mañana aproximadamente, y no padezcan el sol que habrá en la entrada de la Plaza de la Virgen». El Besamanos no tiene horario de finalización. Acaba cuando pasa el último fiel

La imagen original de la Virgen -que preside el altar mayor- quedará girada hacia su camarín, donde tendrá lugar el culto ordinario durante todo el día.