El Corpus de València llega a sus días grandes. Y se dice «días grandes» porque, de alguna forma, ha acabado articulando un programa de tres días. Una verdadera «performance», en la que cambian muy pocas cosas de un año a otro, pero que aportan a la ciudad un atractivo más, que va haciéndose un hueco entre los Corpus referenciales del mapa de España y en el que, aparte de Toledo, suele tener sus citas más recomendadas en poblaciones pequeñas, más que en capitales de provincia.

Ayer, los habituales, más los turistas que se encontraron con el festejo, pudieron contemplar la Plaza de la Virgen con todos sus elementos extendidos y con Amics del Corpus prestándose a explicarlo a todo aquel que quiera saber qué hacen juntos unos carros, una tortuga, un dragón, un santo y flores en los balcones; festejos que se remataban ya a medianoche con el concierto de la banda municipal y la «nit de festa», una cabalgata que sirve para entregar los premios a los balcones engalanados.

Pero el Corpus de València cumple este año un aniversario que ha pasado desapercibido, y que es el germen, precisamente, de un crecimiento, si no exponencial, sí notable de la fiesta: el actual es el Corpus número 30 que se celebra en domingo. Hace tres décadas acabaron los «jueves que brillan más que el sol», y el festejo fue trasladado a fin de semana para acabar por convertirse en una fiesta de tres días.

Los cambios no se digieren bien y prueba de ello es que incluso una persona de ideales tan avanzados como Josechu Rey de Arteaga, por entonces presidente de Amics del Corpus, remitió, a finales de 1989, una carta a la alcaldesa, Clementina Ródenas, solicitando el mantenimiento del jueves. ¿Por qué? Porque más allá de la tradición «que ha permitido que llegue a nuestros días con todo el vigor y de año en año se supera en participación del pueblo valenciano y de una cada vez mayor participación turística», se cuestionaba que se corría el riesgo de que la gente fuera «más proclive a pasar el fin de semana en la playa». Y ponía para ello de ejemplo a Toledo, que había conseguido la condición de fiesta local y estaba, por entonces, a punto de conseguirlo a nivel regional (que ya lo es). A esta adhesión se sumaban, entre otros, el historiador Antonio Ariño, el antropólogo (y responsable de los campaneros del Micalet) Francesc Llop o el profesor de liturgia y actual rector de la Basílica, Jaime Sancho.

En aquel entonces, la Reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española justificaba el cambio: «la Comunidad Europea, como ya lo hizo en 1977 con la solemnidad de la Ascensión del Señor, se ha visto en la necesidad de solicitar de la Sede Apostólica, única competente en esta materia, el traslado a domingo de la Solemnidad del Corpus Christi».

«No se trata de una supresión de la fiesta ni de una reducción de su categoría litúrgica (...) Los Obispos de España, con esta decisión, han pretendido evitar la inestabilidad de tan gran fiesta en algunos Calendarios autonómicos, hecho que influye negativamente en la práctica religiosa del pueblo creyente. Es claro que una festividad religiosa que no vaya acompañada del descanso laboral es difícil de celebrar desde los valores cristianos, y asimismo es difícil justificar y mantener el cumplimiento del precepto».

València, ciudad de las fiestas donde las haya, tiene ahora mismo sus fiestas grandes trasladadas a fin de semana (Virgen de los Desamparados, Corpus) o a lunes (San Vicente) o a una serie de días de la semana fijos (Semana Santa Marinera), pero permanecen sometidas a la fecha en que caigan tanto el 9 d'Octubre como las Fallas o San Vicente Mártir. Y un evento de larga duración, como es la Gran Fira, concentra sus principales festejos en jornadas de sábado y domingo. San Vicente Mártir es el último que ha entrado en debate: trasladarlo a domingo y aprovechar ese festivo local para otro día más interesante.