Las playas y paseos marítimos de València volvieron a vivir la noche más multitudinaria del año con la celebración de San Juan. Miles de personas se acercaron a lo largo de todo el día, pero sobre todo por la tarde-noche a los diferentes litorales, sobre todo a aquellos en los que estaban permitidas las hogueras, con nueve zonas de reparto de leña de forma gratuita, para disfrutar de una de las noches más especiales del año. Además, este año la coincidencia de la festividad del Corpus, la llegada a la ciudad de un crucero con más de 3.000 personas y el hecho de que San Juan cayera domingo y hoy lunes fuera día festivo, contribuyó a aumentar todavía más de lo normal la afluencia a las playas valencianas.

Tanto es así que ya a primeras horas de la tarde se registraban importantes congestiones de tráfico en los accesos a las diferentes playas. Lo que hacía que, tal y como estaba previsto, la Policía Local cortara el acceso a las mismas para el tráfico rodado, salvo para los autobuses y taxis. Por cierto, ayer las más de 3.000 licencias de taxi que hay en la ciudad tenían autorización para trabajar hasta las siete de la mañana.

Pero, como lamentablemente también era de prever, las congestiones y atascos se dieron y con ellos sus consecuentes pitos, enfados y hasta gritos de un coche a otro. O el típico que se baja del coche y va a preguntar a la policía si puede pasar o no y por qué no. Y eso que el Ayuntamiento de València, en boca del alcalde Joan Ribó, había hecho un llamamiento específico los días previos para que la gente dejara el coche en casa y se desplazara a las playas en transporte público, en bici o a pie. Los servicios de la EMT se reforzaron ayer con siete líneas actuando durante toda la noche y con un aumento de la plantilla de 174 conductores respecto a cualquier otro día festivo.

Por si fuera poco, la climatología acompañó, y de qué forma, pues a lo largo del día la temperatura alcanzó los 30 grados y por la noche no bajó de los 20. Era, para muchos, el primer día que se bañaban en el mar este año, al menos de noche y lo hacían, como manda la tradición, mojándose primero los pies con tres olas y pidiendo otros tantos deseos. Este era el caso, por ejemplo, de Saúl quien, a sus 16 años era la primera vez que vivía esta noche en la playa y, además, llegaba tras salir de los exámenes: «Es la primera vez que vengo a la noche de San Juan. Me parece que hay un muy buen ambiente, esperaba incluso más gente». Él valoraba «muy bien que hayan puesto baños», aunque sí tenía alguna que otra queja al exceso de celo de la policía al controlar cuestiones como la leña o las botellas de vidrio, que estaban prohibidas tanto para prevenir cortes como para evitar situaciones de violencia con ellas.

«La noche se alargará todo lo que pueda y después ya cogeremos el metro», sentenciaba. Este, el transporte público, había sido el modo preferido para muchas personas para llegar hasta las playas. Así había accedido, por ejemplo, Zucaina: «Hemos venido en autobús. No nos planteamos venir en coche, es imposible aparcar por aquí, se hacen atascos y no es nada recomendable», decía. Ella valoraba muy positivamente la iniciativa del punto violeta para informar sobre la violencia machista y para servir de primera actuación ante la detección de algún caso.

Noche de excesos

La verdad es que la noche de San Juan suele ser una noche de excesos, las actuaciones de la Cruz Roja así lo suelen atestiguar, por ejemplo el año pasado hubo 90 atenciones leves con casos de intoxicaciones etílicas, heridas, quemaduras, lipotimias y otras causas. Muy consciente de ello es Nieves. Ella es enfermera, trabaja en urgencias y suele pasarse este tipo de noches allí, como ocurrió el año pasado cuando, junto con una compañera, se mojaron los pies con suero fisiológico a las doce de la noche, mientras atendían a «gran cantidad de borrachos y heridas de todo tipo». Ella confesaba que «este año libraba y me quería mojar los pies en el mar de verdad», reconocía con cierto alivio.

Era una noche también para compartir con seres queridos, amigos y familiares en torno a una hoguera, con la magia que siempre desprende el mar. Más aún cuando el sol se pone y el fuego de las hogueras se extiende por el litoral en esta fiesta que se remonta a la época pagana, cuando se encendían hogueras en el solsticio de verano para «dar más fuerza al sol». Aunque cabe matizar que actualmente se celebra realmente tres noches después, pues, erróneamente a lo que mucha gente cree, el día más largo del año y, consecuentemente, la noche más corta, no era la de ayer, sino que fue la del pasado viernes, día 21, cuando el día en España duró exactamente 15 horas y tres minutos.

Más allá de incoherencias del calendario, que se remontan, por cierto, a cuando se pasó del juliano al gregoriano, promulgado por el papa Gregorio XIII en 1582, la noche de ayer era, ante todo, una noche de fiesta y de diversión. Y esto, lamentablemente, es sinónimo de acumulación de basura y de conductas poco cívicas. Si en Fallas «las principales víctimas» suelen ser, además de vecinos y vecinas, edificios patrimoniales como la Lonja o los Santos Juanes, ahora la mayor afectada es la arena y, por extensión, el mar. Para tratar de paliarlo, en la medida de lo posible, el ayuntamiento puso en marcha un amplio dispositivo de limpieza para que hoy, como por arte de magia, como pasa cada 20 de marzo, la ciudad, en concreto la zona marítima, amanezca como si aquí nada hubiera pasado. Cosas de meigas dirán algunos.