«Es, sobre todo, un movimiento cultural». Y muchas cosas más. Porque hoy están reproduciendo a escala una estación con cartón pluma y habilidad y mañana pueden estar poniéndose pesados en Camporrobles para evitar que otros se lleven los elementos históricos de su estación, como así consiguieron. «Lo hicimos insistiendo mucho y de forma altruista. Se iban a llevar a Cataluña todo: unas placas para girar vagones, un gálibo, unas toperas, una báscula... la historia de la actividad ferroviaria». Una verdadera originalidad para darle la vuelta a los vagones en un palmo de terreno. Ellos son los Amigos del Ferrocarril, la asociación valenciana que ahora cautiva a todos aquellos que se acercan a El Corte Inglés de la avenida de Francia con una muestra de modelismo que es visible hasta el 31 de enero.

Forman parte de una de las tipologías de apasionados por los caminos de hierro, que se expresan de diferentes formas. «Unos se dedican a ir a las estaciones y grabar trenes; otros se dedican a leer, aprender o investigar historia, otros son aficionados a las miniaturas, que pueden ser ya hechas o de elaboración propia», asegura su presidente, Juan Marco. Y muchos gustan de hacer una cosa y la otra. Ahora, en el centro comercial lo que se puede ver es un recorrido por estaciones, puentes, paisajes. Un espectáculo para embobarse viendo pasar los trenes de viajeros o de mercancías. «¿Una afición relajante? Algo de eso también tiene».

La muestra tiene, para el público valenciano, algunos detalles especiales. La joya de la corona es viajar en el tiempo y reencontrarse con la antigua estación del Cabanyal y todo su entorno. Con el paso a nivel de Martí Grajales y el de Antonio Juan y con el depósito de El Águila. Cuenta Talens, uno de los modelistas, que «era una estación de un tráfico enorme. ¿No ves que esa zona estaba llena de industrias?» A cada minuto que hablan se aprende algo. En la salida figurada en sentido a Barcelona, donde se ubicaría ahora el tanatorio de Serrería, sale una vía haciendo curva. «Esa iba a la estación de Aragón. Si vas al solar donde va a estar el nuevo rastro verás que hay un camino que hace un arco. Ahí estaba la vía». Vas a Google Maps y se ve rápidamente, trazando la calle Yáñez de la Almediña. Y está el Barranc de la Gallinera, y puentes de las líneas andaluzas. A lo que se acompaña del paisaje, más campestre que ciudadano o fabril. Puentes, pasos a nivel, incluyendo los añejos, los que eran con una cadena y un guarda de casilla o aquellas señales de aspas cruzadas en blanco con letras negras: «Paso sin guarda / Ojo al tren», de los que apenas se conservan algunos y herrumbrosos en cualquier camino rural.

También está esa singularidad de la estación de Camporrobles, felizmente conservada en su sitio, un almacén de la estación de Ocaña, una casilla del Puerto de Escandón... además de puentes, túneles y viaductos. Todo a escala H0 «hache cero», que es de 1/87. Vagones de Transfesa, máquinas 1900 (la célebre verde con rayas amarillas que vivió toda una generación llevando los mercancías)... que rememora en pequeño algo que al aficionado al ferrocarril le motiva o descorazona según ocurra. «El patrimonio ferroviario es uno de los elementos más importantes de una sociedad. El ferrocarril es el progreso de los pueblos, el que marcó su prosperidad». Por eso, además de hacer una maqueta, salvar un depósito de agua, como el de Chiva, es un éxito. «Se iba al chatarrero y ahora se está restaurando». Porque «las piezas antiguas pueden convivir con el progreso». Un poste de señal, un viejo gálibo, una aguja para cambiar de vía a vía. Romanticismo de hierro. Juan Luis Llop Bayo, relaciones externas de AVAF reivindica un espacio. «València debe tener un museo del ferrocarril. Es una cuestión de voluntad y de tener autoestima por lo propio». De elementos de verdad, de fotografía, de testimonio y de deleite del modelismo.