El accidente sufrido por un niño el pasado lunes, al caer a una alcantarilla mal cerrada, pone nuevamente en evidencia que el mil veces anunciado proceso de desintegración del polideportivo de El Saler y su reconversión en una zona natural (lo que fue en su día y que se llevó por delante el equipamiento deportivo) marcha lento, mal y descuidado. Visitar la zona es llegar a la conclusión de que, lejos de hacer un plan de choque y acabar con el tema rápidamente y saldar una deuda con el entorno natural, la regresión se confunde con la degradación.

Y la consecuencia es el estado actual, donde ni hay dunas, ni hay naturaleza razonablemente silvestre, sino un erial, más cerca de vertedero que del parque natural.

Un recorrido a 23 de noviembre pone en evidencia cómo se ha quedado en mitad de la nada. Es verdad que aquel complejo formado por una pista de atletismo, las de hockey y fútbol sala, un campo de hierba grande donde se jugaba a rugby y fútbol americano, el edificio de vestuarios y oficinas, el restaurante o la fuente circular ya no existen. Pero en su lugar hay tierra compactada, cantos rodados y acumulación de subproductos. Donde estaban las duchas ahora hay un almacén al aire libre de compost. Zanjas llenas de agua, palmeras moribundas, montañas de arenisca y el óvalo de la pista de atletismo, que se resiste a desaparecer, como en su día le ocurrió a la pista del hipódromo del Saler. En éste pervivieron, durante años, herrumbrosos, los cajones de salida de los caballos; aquí hay astas de bandera por el suelo. Se conserva una parte desvencijada de los aparcamientos y el circuito de coches de radiocontrol, aparte de un recinto vallado con contenedores náuticos. El pretendido entorno natural no es aprovechado más que de paso por algún ciclista. Ni siquiera es agradable como paseo a pie. Literalmente, no vale para nada.

Varias «trapas-trampa»

Y si el niño se cayó el sábado dentro de una alcantarilla, podía haberlo hecho más veces y terminar de descalabrarse. Las trampas se suceden. Aquella construcción tenía una red de saneamiento. Las alcantarillas se cegaron, pero no todas y todavía perviven varias trapas-trampa. Añádase una vieja construcción degradada, en un valle que separa una larga duna longitudinal (nada cuidada) y el muro de hormigón que separa todo el complejo de la playa, más otras calamidades paisajísticas, para llegar a la conclusión de un trabajo inconcluso.

Conflicto de instituciones

La causa de este abandono es, para el presidente de la asociación de vecinos del núcleo histórico de El Saler, Pere Pau, el conflicto de instituciones. «Por Costas, por instalación deportiva y por parque natural convergen Gobierno, Ayuntamiento y Generalitat. Hemos oído o leído ya no sabemos cuántos planes. Pero pasan los años y no hacen más que pasarse unos a otros la responsabilidad. Y el problema es que ahora ni queda el equipamiento deportivo ni hay naturaleza.

Por ahí ya han pasado todos los recicladores. De hecho, si el niño se cayó es porque alguien se llevó la tapa de la alcantarilla. Pero no es esa la cuestión: es que ya empieza a ser vertedero también. Ahora mismo es un problema y una vergüenza para el Parque Natural. Y bastante suerte hubo de que el niño ya tenía siete años. Si no, estaríamos hablando de una desgracia».