Fue el minuto, o los dos minutos, más largos de sus vidas. Los de la madre de la criatura o del resto de progenitores, que a la misma hora habían acudido a recoger a los niños de un colegio de Extramurs. La acción decisiva de un policía local fuera de servicio, Francisco, permitió salvar en primera instancia la vida de un niño de cuatro años que se había atragantado con la merienda.

Los hechos ocurrieron el miércoles por la tarde cuando, a la salida de las clases vespertinas, el niño se hallaba junto a su madre en la acera. De repente se dieron cuenta de que la criatura se había quedado, tal como relata una de las padres que presenció los hechos, «paralizado, en silencio y mirando hacia abajo, ligeramente inclinado hacia adelante, intentando expulsar un trozo de la merienda que se le había quedado atascado».

Sin perder la calma

El agente, que pasaba por el lugar, se dio cuenta inmediatamente de la gravedad del asunto al ver al niño ya incorporado, con la boca abierta, la tez azulada y sin poder pronunciar palabra.

Sin dudarlo, el policía se acercó e inmediatamente empezó a aplicar la maniobra de Heimlich, que consiste en rodear al niño con los brazos y colocar las manos en la boca del estómago, poniéndolas una encima de la otra para hacer presión entre el ombligo y el tórax. Unos segundos más tarde, ante la angustia de los allí presentes, el menor pudo expulsar el trozo de la merienda que estaba obstruyendo sus vías respiratorias.

Lo que más impactó a los presentes fue «la tranquilidad con la que afrontó el problema. Sin alterar la voz, sin perder la compostura». Incluso al acabar «explicó a los niños que se encontraban en el lugar que, si alguna vez se atragantan, deben intentar comunicarse, aunque no puedan hablar, acercándose a un adulto, moviendo los brazos e indicando dónde está el problema para que puedan ser ayudados inmediatamente». Es por estos motivos que se ha presentado una carta de felicitación a través del ayuntamiento. «Él no quería darle importancia, pero la tiene. Toda la del mundo».