La crisis sanitaria derivada de la pandemia de coronavirus ha cronificado las desigualdades en las personas más vulnerables y ha provocado la aparición de nuevos perfiles de personas usuarias de servicios ofrecidos por entidades como Casa Caridad. Según Luis Miralles, presidente de Casa Caridad, las familias con algún miembro en ERTE o los autónomos que han visto sus ingresos reducidos a raíz de la covid-19 son los nuevos solicitantes de ayuda. «Muchos de ellos acudían con vergüenza porque era la primera vez que solicitaban estos servicios», destacó.

Casa Caridad ha realizado un balance de las cifras que les ha dejado el año pandémico. Estas muestran que, en 2020, un total de 2.504 personas fueron usuarias de sus servicios, de las cuales un 14 % eran menores. Asimismo, realizaron un total de 25.406 atenciones personalizadas y repartieron 174.902 raciones de alimentos de comedor.

Según Guadalupe Ferrer, directora gerente de la ONG, el 2020 tuvo claramente dos periodos, el antes y el después de la declaración del estado de alarma. El 12 de marzo, previniendo las futuras medidas que implementaría el gobierno, Casa Caridad organizó un comité de dirección de urgencia en el que se decidió llevar a cabo una serie de medidas. El centro se vio obligado a renunciar a sus voluntarios y a realizar un ERTE entre sus empleados.

Por otro lado, Cristina Sánchez, coordinadora del departamento de Trabajo Social, destacó que, lo más necesario «era hacer atención social» de las personas usuarias de los servicios del centro. «Cuando decían ‘quédate en casa’, nosotros tuvimos que convertirnos en la casa de mucha gente», expresó Ferrer.

La pandemia ha empeorado la situación de las familias que ya se encontraban en situación de exclusión social, según Pablo Yániz, responsable de Escuelas Infantiles de la ONG. Este expuso que la falta de recursos ha dificultado desde el inicio de la crisis la realización de las tareas académicas por parte de los menores. «La falta de estimulación y de socialización se ha agravado y lo detectamos al inicio del curso escolar», apuntó.

En esta línea, José Diego Pérez, responsable del centro de Casa Caridad en Benicalap, destacó la necesidad de brindar un apoyo psicológico y de potenciar la reinserción sociolaboral de las personas que se encuentren sin trabajo.

Adaptarse a los problemas

Para hacer frente a las múltiples adversidades con las que se topó la entidad, esta se vio obligada a crear nuevas medidas para adaptarse a las necesidades de los usuarios. Así pues, pusieron en marcha nuevos servicios como las ayudas económicas directas a los usuarios mediante repartos trimestrales cuya cuantía variaba en función de la casuística del destinatario. En 2020, ofrecieron un total de 120.000 euros a los usuarios «para que pudieran hacer frente a alquileres, facturas o servicios médicos», según Miralles. Es la primera vez que Casa Caridad realiza un suministro económico directo a sus usuarios. El director expresa que, mientras puedan, mantendrán esta medida.

Asimismo, Miralles manifestó que Casa Caridad firmó un convenio con el Colegio de Odontólogos de València, apoyado por diversas entidades, para que, por un precio reducido y pagado por la ONG, los usuarios puedan acudir a consultas a realizarse intervenciones bucodentales.

Además, la entidad abrió el edificio Fénix en Benicalap, que cuenta con ocho viviendas supervisadas y que ofrece cobijo a personas sin hogar.

Todo ello, destacaron los ponentes, ha sido posible gracias a la labor de todos los miembros de Casa Caridad, quienes, según Pérez, han realizado un gran sobreesfuerzo, y a la adaptación de los usuarios.