Agua y ciudad. Levante-EMV

«Sin ciudades azules no puede haber ciudades verdes. Si no somos capaces de cambiar la relación de nuestra ciudad, València, con el agua, no podremos afrontar los grandes retos que nos plantea el Cambio Climático y que permitirán prevenir los fenómenos climáticos tan adversos» que sufre esta parte del Mediterráneo. Los ciudadanos ya se han acostumbrado a las temidas DANA’s o las inundaciones derivadas de los episodios de lluvias torrenciales pero aún no se han concienciado de que el agua no es un vertido sino un recurso escasísimo y muy valioso. Estas reflexiones las compartía la concejala del Ciclo Integral del Agua del Ayuntamiento de València Elisa Valía al principio del foro «Agua y Ciudad», que organizaron Levante-EMV y esta concejalía el martes en el salón de actos de la Central Operativa de Saneamiento.

El director de relaciones institucionales de Prensa Valenciana Julio Monreal introdujo y moderó las dos mesas redondas que abordaron este tema el pasado martes y que reunieron a autoridades, arquitectos, ingenieros y urbanistas de primer nivel.

Este encuentro fue patrocinado por Acciona, la empresa concesionaria que gestiona la red de saneamiento de València, y contó con la colaboración del Colegio de Arquitectos de la Comunitat Valenciana.

En la primera mesa redonda, participaron Elisa Valía junto a Marc García, comisario de Aguas de la Confederación Hidrográfica del Júcar; el Decano del Colegio de Arquitectos de la Comunitat Valenciana Luis Sendra y el ingeniero Carlos Espinosa, responsable de Acciona en València.

La también teniente de alcalde de València llamó «a repensar la ciudad y a instaurar un nuevo paradigma en la planificación urbanística de la capital valenciana para que cada gota de agua sea reutilizada después de ser depurada convenientemente».

La filosofía nueva que abandera el Ciclo Integral del Agua y que ya está implantando «una política pública» de los recursos hídricos parte de un principio fundamental: el agua no es un residuo, no es un vertido, sino un recurso escaso y valioso que hay que reciclar y reutilizar.

Elisa Valía señalaba que las llucias no tienen que ser vistas como un residuo o un vertido que los pavimentos, las aceras o el asfalto tiene que expulsar rápidamente hacia el alcantarillado. Esta nueva forma de concebir el agua y su relación con la ciudad ya está condicionando cómo se tienen que pensar, proyectar y ejecutar «los nuevos desarrollos urbanísticos de València además de los espacios públicos, las calles y plazas, los carriles bicis y los parques y jardines».

En esa línea, la alianza entre la administración local y la empresa que gestiona la red de saneamiento de València es fundamental. El ingeniero Carlos Espinosa, máximo responsable de Acciona en València, puso en valor «esa gran desconocida para la ciudadanía» que es la red unitaria de alcantarillado de la capital valenciana. «Enterrada bajo el suelo, con una extensión de 1.400 kilómetros cumple un servicio esencial» para todos los vecinos y vecinas. Además, su mantenimiento y limpieza diaria es determinante para abordar «el reto complejo y muy dinámico» del Cambio Climático, un fenómeno mundial «al que se tiene que adaptar la ciudad» y que en episodios puntuales como las DANA’s «lleva al límite de sus capacidades los sistemas de saneamiento que tenemos».

El presente de Acciona y su gestión en València pasa por «adaptar las inversiones» al nuevo escenario de la Transición Ecológica «con el diseño y la construcción de nuevas infraestructuras» junto «a la gestión sostenible de los sistemas». En esa línea, Acciona ha dotado la red «de grandes colectores y grandes estaciones de bombeos», entre otros hitos hidráulicos. Además, de los dos depósitos de tormentas de Eugenia Viñes y La Torre. Estos grandes tanques almacenan grandes caudales hidráulicos, en esos episodios de fuertes tormentas, y posteriormente, cuando desciende la presión sobre la red, los reintegra al sistema.

El futuro, de la mano del Ciclo Integral, pasa por construir hasta 7 nuevos tanques de tormentas, que ya están proyectados y que costarían 55 millones, «para almacenar esas aguas de lluvias torrenciales, que están más contaminadas, y cuando la red está más aliviada se reintegran a la misma para enviarlas después a depurar». Estas obras constituirán a corto y medio plazo el gran escudo que necesita València para prevenir y combatir los desastres naturales derivados del temido Cambio Climático.

Y en ese objetivo de lograr el máximo aprovechamiento de los recursos hídricos, la policía del agua, ejerce una autoridad insustituible. Ese papel corresponde a la administración central y al comisario de Aguas de la Confederación Hidrográfica del Júcar Marc García. En una intervención tan didáctica como completa, Marc García explicó el ámbito geográfico de sus competencias que va desde la mayor parte de la Comunitat Valenciana a Murcia, Albacete, Cuenca, Teruel o Tarragona. En tanto que ingeniero se ocupó también de la importancia de «la ingeniería para la salud pública» mediante la construcción de «potabilizadoras y depuradoras» que garanticen el suministro de agua de calidad a los consumidores, pero también a los agricultores y a las empresas.

Marc García alertó de los enormes desafíos del Cambio Climático en el horizonte de 2030. «Vamos a sufrir -dijo en todo el Arco Mediterráneo- mayores fenómenos climáticos extremos, como más sequías y más inundaciones, y con más frecuencia y con más severidad». «Y nos tenemos que adaptar a ello», subrayó. Todo ello en un escenario marcado «por el estrés hídrico: esto es, hay más demanda que recursos existen». Por tanto hay que administrarlos y gestionarlos de la manera más eficiente posible. Para la CHJ, y para el Ministerio de Transición Ecológica del que depende, el Plan Hidrológico que regulará los usos del agua hasta 2027 es la herramienta legislativa que va a determinar el diseño futuro de nuestras ciudades y que va a conectar esa relación fundamental entre ciudad y agua.

En su labor de policía, la CHJ es la administración que informa y autoriza cualquier plan urbanístico porque analiza «los recursos hídricos disponibles y determina si hay riesgo de inundabilidad» en los proyectos propuestos. Esta función de la administración central entronca con esta nueva filosofía que busca diseñar «ciudades resilientes a las inundaciones» a partir de infraestructuras «sin tanto hormigón» y que sean «más verdes, más resilientes y que sean capaces de adaptarse el Cambio Climático». En esa línea, actuaciones como la limpieza y mantenimiento de los barrancos que lleva a cabo la CHJ es muy importante «para reducir el riesgo potencial de inundaciones» mediante acciones como la sustitución de los cañares por vegetación de ribera.

Por último, el decano del Colegio de Arquitectos de la Comunitat Valenciana Luis Sendra abogó por «un cambio de paradigma» que tiene que dejar de ver el agua como un vertido a expulsar. «Nos da miedo el agua -decía Sendra- porque en el Cabanyal por ejemplo de inundan las casas» y se producen daños humanos y materiales.

Pero más allá de ese efecto cortoplacista, que hay que corregir con infraestructuras adecuadas como «los depósitos reguladores que son capaces de acumular excedentes en un parque para devolverlos luego a la red», la València futura pasa «por seleccionar bien en qué nos vamos a gastar los recursos hídricos». Y por tomar decisiones concretas como elegir bien el emplazamiento de las depuradoras y realizar inversiones «para que el agua depurada no acabe en el mar» en un contexto de escasez de caudales.

Asimismo, «hay que volver a regenerar los acuíferos y recargar nuestro nivel freático», y eso se consigue con un diseño de las ciudades adecuado a esta nueva filosofía de cuidar un recurso tan valioso como escaso.

Para Luis Sendra, en términos de planificación urbanística y de ordenación del territorio, hay que afirmar con rotundidad: «Hasta aquí hemos tomado unas decisiones y a partir de ahora, tenemos que tomar otras». Y a partir de ahí, abrir un nuevo tiempo en el que hay que replantearse cuestiones como si podría dotarse a València con una red separativa para las pluviales y las residuales.

O, por ejemplo, en las obras que se están haciendo en puntos de la capital valenciana, como la plaza de la Reina este arquitecto señala que observa «demasiada obra dura». Con materiales que expelen el agua en lugar de absorberla y domesticarla. Mientras, añade, se habla de aumentar la superficie verde «pero se recurre a otros métodos comparativos para crear sombra en lugar de poner árboles».

En definitiva, urge este cambio de paradigma pero también un cambio de mentalidad, apuntaba Sendra, a la hora de diseñar esa València del siglo XXI que será más verde por ser más azul.