La próxima asamblea de presidentes dará la salida al Congreso Fallero, del que debe salir la nueva Constitución de la fiesta, con sus normas y premisas. Es en ese escenario, limpiando y actualizando un texto con veinte años de antigüedad, donde se debe adaptar la normativa a los tiempos, dentro de lo difícil que es, en el mundo de la fiesta, mover una piedra. Ahí, y en ningún otro lugar, es donde se deben debatir cuestiones no imaginables en los albores del siglo, incluyendo la inclusión y la igualdad. Ahí emplazó el concejal de fiestas, Carlos Galiana, cuando surgió esta semana el debate sobre la indumentaria, a colación de la queja de una fallera que quería llevar prendas masculinas para acompañar a su pareja, alegando que no podía hacerlo so pena de ser sancionada.

Esa cuestión suscitó dos opiniones. Por una parte, esa necesidad de actualizar el reglamento. Por otra, el convencimiento de que visualizar el problema era innecesario atendiendo a la experiencia, que dice que ante situaciones como esa, aunque antirreglamentarias, se pasan por alto durante la Ofrenda e incluso pueden ni ser detectadas.

Sirva el ejemplo, el Reglamento prohibe «terminantemente» la permuta de prendas masculina por femenina y considera, a tal efecto, al blusón como prenda masculina. Miles de mujeres, incluyendo las propias falleras mayores y cortes de honor, usan blusón. Y es que el Reglamento, que no pocos conservadores ven como un demiurgo por encima de todas las cosas, no deja de ser eso: un reglamento, en la mitad de la pirámide de jerarquía normativa, ampliamente superable por otras leyes fundamentales, que la pueden desautorizar de un plumazo.

En el momento de surgir el debate se recordó que estas cuestiones no sólo han de tratarse en el congreso, sino que, previamente, ha de existir un interés en tratarlos. «Si no hay propuesta, no hay debate». Hay nuevas situaciones que, por lógica de actualización, merecerán ser estudiadas. Por ejemplo, la reaparición de la figura del «fallero mayor», figura que tiene más de ochenta años de antigüedad, pero que vuelve tras la aparición de nuevos representantes masculinos. Tanto complementarios de la fallera mayor como excluyentes (cargo sin perspectiva de género). O la corte de acompañantes masculinos, que no es aberración alguna, toda vez que existe en algunas juntas locales. En cualquier caso, las reformas sólo serán factibles si se dan dos supuestos: que haya voluntad de reformar y que la reforma se apruebe. El equilibrio entre modernizarse y respetar voluntades será la clave del éxito.

realidades del momento. La fiesta asiste a normalizaciones en la perspectiva de género. 1 Acompañantes en la junta local de Gandia, una versión masculina de la corte de honor. 2 Alicia y Laura, protagonistas del último debate a colación del uso de indumentaria masculina por mujeres. 3 Proclamación de Víctor Belinchón como fallero mayor de la falla La Marina de Sagunt.