Sí que había pulsión de cambio. Otra cosa es que no se viera. O que no se quisiera ver. Es verdad que los ciudadanos valoraban la labor del Gobierno de Ximo Puig (eso han dicho las encuestas en las últimas semanas, una detrás de otra), pero al votar han querido castigar todo lo que representa socialismo y podemismo. Sanchismo, en un concepto, aunque tampoco hay que dejar de lado la responsabilidad de los políticos de aquí cuando se pierde. El peso de la política española ha sido poderoso. Ha acabado dominando la atmósfera electoral. Más de lo que se quería ver. Es lo que se puede concluir con la razón en la mano. Ha tenido que ser eso. Lo relevante hoy es que el ciclo del Botànic ha llegado a su fin después de ocho años y que el PP obtiene una amplia mayoría, que debería dar la presidencia de la Generalitat a Carlos Mazón, aunque necesitará los apoyos de la ultraderecha. El Parlamento valenciano es menos multicolor hoy, porque pierde dos partidos. Será cosa de cuatro.