Hay historias que llegan al corazón. La de la perrita Ayla es una de ellas. Apenas tenía dos meses y medio de vida cuando los trabajadores de una protectora la encontraron en una situación totalmente crítica que hacía presagiar lo peor. No tenía pelos, estaba llena de parásitos, tenía sarna y sus dos patitas delanteras estaban deformadas.

No tenían ningún hueso roto pero Ayla no podía apoyarlas con normalidad. Una alimentación insuficiente y la falta de calcio y de nutrientes había ocasionado que sus huesos y ligamentos no tuvieran fuerza y se habían deformado. Sin embargo, nada de esto impedía a la perrita moverse como podía.