El Besamanos de la Virgen de los Desamparados ha desbordado su participación en el turno de noche. A lo largo de la misma, la multitud acudió como no lo había hecho durante el resto de la jornada, llegando a generar una cola que llegaba a la Puerta de los Hierros de la Catedral. Más de cuatro horas se llegó a esperar para estar unos segundos ante la imagen de la patrona.

La buena temperatura, que el año pasado hubo gente que, finalmente, no acudió porque una parte de la jornada fue desapacible y el propio vigor del acto ha generado una situación que entre los propios organizadores y el público habitual consideraba desbordada y fuera de cualquier cálculo. Si las cifras que se dieron durante la jornada eran de entre 35 y 40.000 personas, ahora subían exponencialmente.

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El Besamanos acoge a miles de fieles ante la Virgen

A cada momento, más

Pero más allá de una cifra que no se mensura científicamente, lo asombroso fue la sensación. Conforme avanzó el día, mayor cantidad de personas fueron acudiendo. En principio, la plaza estaba diseñada con vallas en forma de zigzag para que ocuparan buena parte de su espacio y cuanto apenas diez metros más por si hiciera falta, sin llegar más que a la casa vestuario. Hubo finalmente que echar mano de más vallas para establecer una línea nueva y mucho más extensa, a lo largo de la calle del Micalet. En su confluencia con la plaza, una pareja de efectivos de la Policía Local se encargaban de permitir el acceso y evitar que nadie se "colara". A aquellos que llegaban a esa zona les quedaban todavía varias horas de espera para estar cuanto apenas poco más de seis segundos delante de la Peregrina.

Se empiezan a pedir dos días

Una vez metidos en la cola, pocos se marchaban. Pero sí que empezaban a escucharse voces que reclamaban un desdoble en la jornada del Besamanos. Ciertamente, el acto empieza a sufrir irracionalidad: empezar a las seis de la madrugada de un día y acabar pasadas las dos o tres, casi 24 horas de goteo incesante de devotos. "No habíamos visto nunca nada parecido" era el comentario más generalizado, a una parte y otra de la valla.