La muerte no llamó antes a la puerta de los dos atletas fallecidos en Navajas, el pasado domingo, igual que no suele hacerlo con los corredores populares mayores de 35 años a los que un día el corazón se para, de repente, en plena carrera o poco después de haber cruzado la meta. La ciencia lo tiene bastante claro: por encima de esa edad, el drama de morir en plena actividad física no se debe, en la mayoría de las ocasiones, a un problema congénito que sí puede ser detectado en una prueba cardiológica o de esfuerzo (o no, como ocurrió con los futbolistas Antonio Puerta y Dani Jarque). Superado ese umbral de la vida, las causas de morir corriendo son más azarosas, más inconcretas que las de un deportista más joven, porque no suele haber ninguna anomalía estructural en el corazón. Paquito Amat y Juan Barros, de 57 y 45 años, respectivamente, los dos fallecidos en el Maratón Ojos Negros de Navajas el domingo pasado, pertenecen a ese grupo de edad en el cual, en muchos casos, no hay prueba que garanticen evitar un fatal desenlace. «A partir de los 35 años, si no hay un defecto congénito, es lógico que una prueba de esfuerzo no detecte nada anormal. Otras veces sí pueden aparecer algunos signos, como una parte del corazón que con el máximo esfuerzo ya está sufriendo y no te estás dando cuenta», explica Óscar Fabregat, miembro del departamento de Cardiología del Hospital General de Valencia.

A mayor edad, por tanto, mayor riesgo. «La muerte súbita que vemos en pacientes de más de 40 años es, en la mayoría de las veces, por síndrome coronario agudo. El esfuerzo físico provoca que se desprendan placas de las arterias, se forme un trombo y se produzca un infarto. El último factor para que uno muera súbitamente es la arritmia que se produce en ese contexto ante la demanda metabólica del corazón en pleno esfuerzo físico», detalla Fabregat, que también es miembro del servicio médico del Villarreal CF. La mala noticia es que no existe ninguna prueba capaz de detectar la formación de un futuro trombo. Es como lamentarse de no haber adivinado que un avión iba a estrellarse pese a que las revisiones no han detectado ninguna irregularidad. Es extraordinariamente raro que ocurra, pero sucede. «La prueba de esfuerzo es obligatoria a partir de los 35. Se le escapan pocas cosas, pero si un problema está activo, lo ´caza´», añade el doctor.

La crisis de los 40 y la muerte súbita del corredor tienen una relación fatal. Hay que saber gestionar lo primero para que ocurra lo segundo. «Muchos corredores empiezan cerca de los 40 y pasan de salir a cenar los sábados y tomarse dos copas a empezar a correr y a participar en carreras populares. Muchos, además, son exfumadores. Alguien que ha llevado una vida sedentaria debe ir en progresión. El problema es que llamamos atletismo popular a algo mucho más exigente», explica el cardiólogo. Es cierto: cada vez hay más corredores que dan el salto a los medios maratones y a los maratones demasiado rápido. «Es muy importante también la predisposición genética, los factores de riesgo cardiovasculares como haber fumado o no tener un nivel de colesterol óptimo. También te encuentras gente hipertensa. Son factores de riesgo silentes que no te dicen nada. El corredor se encuentra bien, pero el día que exiges mucho al cuerpo, en días de calor o en carreras de dureza extrema, es cuando pones al máximo el corazón y este puede claudicar», añade Fabregat.

Como en los accidentes de avión, las estadísticas juegan a favor del pasaje. El porcentaje es de una muerte súbitas por cada 50.000 corredores. Lo que significa que lo sucedido en el maratón de Navajas fue un hecho absolutamente desgraciado.