Parece mentira que algunos pierdan el tiempo de forma tan inútil al pretender reescribir los cuentos tradicionales para que las princesas se conviertan en brujas, los príncipes se enamoren de una rana o de un sapo, las muchachas pierdan una bota de montaña en vez de un zapato de cristal o que el pueblo victorioso se alce en armas contra la nobleza. Pero la cosa no queda ahí, pues la ignorancia progresista abarca muchísimos campos más: la historia, la religión, el cine, el deporte, la música, las fiestas populares, la educación, los medios de comunicación... Todos sus esfuerzos se centran en cambiar a su medida todo aquello que, a su parecer, se hizo mal en el pasado.

Y llegarán al poder imponiendo su censura de nuevo cuño. La opresión sectaria sólo ofrecerá al pueblo dos posibilidades: o se amoldan al revisionismo histórico o se pone punto final a esas fiestas, a esas cadenas de televisión, a esos colegios o a esas manifestaciones públicas de religiosidad popular. Uno se pregunta por qué tendrán esa obsesión por el pasado, por un revisionismo desgastante.

Nos encaminamos sin entusiasmo a unas nuevas elecciones generales. Todo parecer indicar que los resultados serán similares a los del 20D y que otra vez estos mismos dirigentes políticos tendrán que llegar a los mismos acuerdos que ahora no consensuaron. ¿Qué se puede hacer para desbloquear ese bucle interminable? Sólo se me ocurren estas soluciones: cambiar nuestro voto o que no vote nadie, cambiar los programas electorales y las condiciones de los acuerdos, o que los principales partidos políticos apuesten por otros candidatos que sean capaces de sentarse y hablar con serenidad y afán de llegar a acuerdos con sus contrincantes. ¿No creen? Jesús Asensi Vendrell. Algemesí