Estos días estamos viendo un crecimiento del patriotismo entre los políticos de la derecha a propósito de ETA. No alcanzo a entender por qué vuelve a sacar a colación a la banda teniendo en cuenta la situación en la que se encuentra. Son notorias las palabras de Mayor Oreja diciendo, más o menos, que ETA se ha salido con la suya con respecto al independentismo catalán. No sé qué tiene que ver; debería explicarlo para sacarnos de dudas.

Asimismo, el ministro Catalá ha puesto de vuelta y media a Carmena a cuenta de la pancarta en homenaje a Miguel Ángel Blanco. Y, ¡cómo no!, Pablo Casado, mezclando churras con merinas, metía en el mismo saco a Podemos, ETA y Venezuela en una suerte de totum revolutum para ver si cuela entre sus fieles (seguro que sí). También Sáenz de Santamaría y el propio Rajoy se han pronunciado al respecto ensalzando, como los anteriormente citados, la unidad de España.

Pero no sólo el PP. El nuevo jefe de los Mossos d´Esquadra se ha despachado diciendo que los españoles le damos pena. En línea parecida a la que sigue el gobierno de Puigdemont. En todas estas actitudes yo no veo patriotismo; más bien veo un patrioterismo rancio y descabellado que no lleva a ninguna parte: servirse de la patria en beneficio propio no es adecuado ni ético. Aunque Oscar Wilde lo expresó mucho mejor: «El patriotismo es la virtud de los depravados». Óscar Campos Caudé. València.